Me he ido a buscarla lejos, muy lejos y además con un coche que no podía acogerla entera. Ahí está despojada de todo su esplendor y sin saber si su ensamblaje será fructífero o tendrá otro cuarto oscuro durante otros cuarenta años, para terminar de corroer todo su lujoso pasado.
He estado estudiando todos sus componentes en libros lujosos, vídeos esclarecedores y alguna que otra pieza suelta que nos han ido mostrando forma esporádica por nuestro taller de prácticas. Pero ahora, en el momento de la verdad estoy a 300 km. y la vuelta a casa se nos hace necesaria. Miro la rueda delantera, la misma que en la bici siempre se quita, parece que aquí, va asociada con el manillar, y un tornillo de armas tomar, pero a cambio, sólo coge la herramienta necesaria. Menos mal que mi primo es el especialista y sabe que siempre, como el manitas Atem, siempre se deben llevar todas. Toda la llanta está llamando a nuevos radios, equilibrados, y una cubierta que la dé prestigio, solera y claro seguridad. El manillar, nos va a dar un prestigio por la carretera que produce un cierto picor de placer, verte llegando a los lugares siendo contemplado en ese agarre tan seguro de ti mismo y con una cierta suficiencia de entrar "a pecho descubierto"; ahora desmontarlo y darte cuenta que esta máquina inicio el encendido eléctrico es buscar un hueco para ese espacio pues pretendo darle la embestida necesaria con mi pie para que este lista para navegar las carreteras.
Aún no ha querido entrar. Su motor es tan compacto como insumiso para poderse domesticar en un coche familiar. Sé que tiene muchos anclajes, pero me esperan en casa y no tengo que dudar de lo que quito, como lo dejo. Las fotos, ahora, sustituyen a los esquemas que tuve que hacer en casa, de otros tipos de motores. Entonces me dí cuenta de lo que era importante y de cómo la fijaría para cuando volviera a montarla supiera hacía donde ir. Fue importante ver siempre a Atem y al milagrero de vermut que sabía que todo tenía su apoyo, para no dejar montada una calefacción con las deficiencias abiertas a su inactividad. Ahora, sigo flipando con el motor pero será mi amigo para cabalgar y tiene que ser alguien con el comparta mis miedos a las incomprensiones que pueden ser dolosas, en su pronta conformación.
De todas maneras le acarició; de forma algo impúdica trato de abrazarlo para comprender su dureza, su consistencia y su enormidad. Si ahora serán más pequeños, pero estos jamás podrían recibir la extensión de mis brazos con la vibración que surge de lo hondo de cada una de mis venillas, lanzadas al vacío de la emoción por un corazón desbordado por los besos que le llegan de un cerebro enamorado de esa moto, que comienza a reverdecer.
Sí, todo está sucio, pero nuestra relación de amor ya ha empezado y iré buscando resquicio de hollín, de grasa, de cualquier suciedad que te impida mostrar el esplendor con el que naciste. Sé que será duro que alguna parte, no pueda encontrar la puerta para salir a la luz de aquellos tiempos. No te preocupes, nada extraño a tu espíritu entrará a formar parte de nuestra naciente comunión-
Creo que ya, con el motor también desmembrado del cuerpo, puedes viajar con nosotros de vuelta a casa. Todos somos unos “manitas”. Si fuéramos nosotros no nos recuperaríamos pero tu sabes cómo fue tu origen y como nuestra unión se puede hacer más íntima. No dudes, aunque ahora vayas fría en la parte posterior de esa furgoneta, cobarde que se cerró para no sentir el viento y el poderío que da tenerlo enfrente y ser capaz de soportar los riesgos con tus huesos como escudo protector a tu lanza de la seguridad en la conducción
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