El agua se convirtió en parte de una historia interminable. Ella rompe la frontera apenas perceptible de unos kilómetros infranqueables. Con dulce insistencia te sitúa donde tú situaste la hamaca con ancla en la orilla; oyes, ahora su susurro, con Gerar, en Febrero su inmensa bronca. El hombre aprendió a retenerla en grandes o pequeñas presas. Se cree seguro porque ella en su furia, cede. Ella, silente cuando anega, cauces de río, te da la respuesta a tu esclavitud por perder la belleza que también necesitas en cada paseo en que se convierte tu hacer entre trabajos que, también ocupan el espacio de tu mente que entregada se llena de repeticiones
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