A ese pequeño que aquí, en la ciudad, aún llevamos en coche porque le debemos proteger del tráfico, del estrés de ser cuasí ya adulto, añadiendo a sus actividades escolares, otro sin número de extraescolares, en un pueblo del Marruecos profundo, que conocimos haciendo los ríos Ourika o el Oum er bia, a sus 13 años debe salir de la búsqueda de la comida, de la protección del pequeño ganado, de los juegos entre riscos con sus amigos, a lugares desconocidos, injustos con el diferente, atracador con el desválido, violento con el débil, ¡ay de esa contundencia con el que apenas nos araña y la sumisión con el poderoso que nos puede dejar sin recursos, aunque nos pase las manos por el lomo!
No, no sale ni tan siquiera a la ciudad vecina, donde múltiples Tom Joab ya se han dado cuenta que para llegar a los campos de naranjas, se tienen que atravesar sendas con arena de espino y piedras de afilador. Se han acostumbrado, a que los anteriores habitantes hayan sido los primeros exploradores y ahora, esta tierra tan demacrada que de sus ubres apenas se intuyen los sabores de alguna riqueza que hubo y otras que se expoliaron, ayudados por quienes son capaces de vivir teniendo un poco más que tú; por supuesto quien le da su recompensa, habiéndotelo quitado de tu parte e incluso del servil.
Ya lejos, ve los ojos que buscan sus horizontes y te unes a ellos, está vez sólo es un chaval de 12 años, dispuesto "a correr como un negro, para vivir no como un blanco", que algunos se las traen, sino para compartir la miel y las aguas que les obtenga si pueden con su sudor y su despersonalización.
La ruta se hace un campo de fútbol contando el pequeño, sus hazañas en un barrio que podría ser la Colonia y las Eras del Canario en la ciudad de Guadalajara; podrás contar que aún habiéndote cubierto tres jugadores o más, habrás metido gol, porque, ¿de qué sirve rodearte si ellos no tienen el sentido del ritmo para danzar contactar con tu amor, la pelota, pues ese, sólo te pertenece a tí?
Seguiran caminando y al mayor, a nuestro primer interlocutor le oiremos narrarle como las cascadas del Ourika, describen un arco como si Messi la hubiera dado un impulso por la espalda, para trazar el arco iris
Entre medias de sus muchas cuitas, habrán ido encontrándose con el esclavista que enseñándoles los campos maravillosos de naranjas, les habrá intentado explotar en su naranjal de piedras y sequedad; con sus años, y unos cuantos sinsabores, torearán al depredador, embaucarán al trilero, acompañarán al desvalido, que aún mayor, debe abandonar sus orígenes y un día, en un arrabal, conocerán al niño que ha bajado al puerto, por el arrabal para soñar anda orillas. Se habrán hecho amigos y se habrán contado sueños, cuentos y realidades y cuando este último, animado a salir de Tánger, haya dudado. Ellos habrán cogido el barco, en un descuido o no de la tripulación; cuando el barco esté siendo amarrado y vean que si, que vienen a por ellos, y saben que eso supone volver a cruzar desiertos, campos de ampollas en todo el cuerpo y alambradas con girones de su propia piel, entonces como Susan Sarandon y Geena Davis se arrojaran al vacío y allí les acogerá el agua, para envolver en los paños inhumanos con destino a sus familias que soñaban ser aliviados de sus cadenas de hambre y ser reconocidos como los seres humanos, que sin un escenario, sin embargo, vestirían las anécdotas que tantas veces le había pasado a aquel niño que con 12 años, era capaz de driblar al prevenido, volcar al pesado, quebrar al tieso y deshuesar al portero que certero, se había caído, una vez más al lado contrario y en su rectificación sus miembros andaban aún buscando la coyuntura.
Desde hace unos días, nos faltan ellos. Nuestros dos héroes, temieron unos grilletes que no les pertenecían y que sólo les busca a ellos. ¡Tanto dios hermano suelto y manirroto y nosotros los primos, creyendo sus fábulas que se descubren mentiras en el pasado y las creemos ciertas en un presente apañado
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