Está oscuro. Los gritos de las entrañas llena de escalofrío a quienes sólo compartimos mil cientos de momentos, en los corchos con garbanzos que pasaban siempre rozando el poste; en mis bolas que buscaban un hoyo, en mi caso infinitesimal; con los montones de cromos, práctica que nos iba introduciendo en aspiraciones a ganancias a las que por entonces, ni luego, estábamos destinados.
Por si aquello fuera poco, en la calle “muerta” se celebraron partidos que la épica proclama que sirvió para arrebatar tronos a mayores, cuestionar la estabilidad en dos pies de algunos que hubiéramos necesitado algunos más adjuntos, y alcanzar balones aéreos que aterrizaron detrás de dos postes que pudieran ser de ropas desprendidas y cuyo pateo nos exigía alguna explicación, por supuesto, increíble pero que nuestra madre nos aceptaba con los besos de un pan con mantequilla y azúcar para reponer fuerzas ante aquella historia de proporciones…, infantiles, o piedras arrancadas a un barranco o carteras del colegio con libros que luego abiertos en casa expelían las palabras agitadas de una entrada a destiempo, un regate a un airado mayor, o un gol que proclamaba la final de la copa del mundo de esa mañana y que por la tarde volvería a celebrarse, porque por entonces, para que esperar cuatro años a celebrar una copa del mundo, si el campo de apenas 80 metros cuadrados, podía albergar a incontables contrincantes y efemérides tan importantes para hacernos soñar compadres del mejor. José Luis, con su arrojo nos bañaba de historias de luchas con desiguales que podían terminar en éxito porque él si que había sido investido por nuestros dioses: el balón y el fútbol como consecuencia.
Y sin embargo, aquella noche de Octubre, ya 39 años; hoy cumpliría sus 59, el aviso de lo que me llegaría un mes después. A las 2 o 3 de la mañana una luz se encendía en su casa, para anunciar que su vida se había ido. Unas horas antes, me anunciaba que de aquel estadio, en nuestra mínima calle “muerta”, que luego se había engrandecido para jugar en un campo de fútbol Sala, del también mítico, club Forja, y luego de Salesianos, para pasar al “Pedro Escartín”, ahora nuestro campo sería Butarque, con el Leganés que le había fichado. Madrugada donde Carmen y Carlos fueron despojados de la razón de acompañar un hijo en su paso por este mundo. Ellos, además, eran sus fieles seguidores y sus máximos apoyos ante tantos sacrificios que se les plateaban ante el futuro de su José.
Tal día él como hoy nació y nuestros veinte años se impregnaron de un cuadro con mil paisajes como el que recorrimos hasta Yunquera para que su entrenador del Guadalajara nos hiciera volver en la “Derbi 49”, como si aquel caballo no tuviera derecho a descansar mientras nosotros en la discoteca contemplábamos chicas que fueran nuestros amores entre destellos efímeros. Unos años antes, tal día como en esta fecha, a Federico García Lorca, la maldad le quiso segar su existencia. Esta, sigue anidando en las cavernas mentales de quienes se alegran de las muertes; no comprendieron que en los días nubosos como hoy, Federico nos humedece nuestro desierto de una mente golpeada; con “la lluvia”
"La lluvia", Federico García Lorca, por Joan Mora
sus
dedos recorren nuestros yermos momentos para fertilizarlos con amor con quienes
vivimos y derramar nuestros sueños entre quienes nos cruzamos; pues nos impusieron vida, aunque a veces, rozamos los abismos
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