martes, agosto 18, 2020

La onda y la Maga

La Maga

A la Maga y todas sus circunstancias la he enterrado en las ondas. Desde hace tiempo está con sus compañeros en una noche eterna, que les dura más de las 3 de la mañana, les mantiene en esa incertidumbre, innumerables noches en las que no encuentro la motivación para seguir sus inquietudes, sus contradicciones, sus desequilibrios. A cambio, con la llegada del famoso “wifi” a casa, puede consultar mil veces twitters, saber si Luka Doncic sigue haciendo las diabluras que le permiten ser el mejor jugador de la NBA, aunque no debe despistarse en defensa o si la siguiente horda, estimulada por la ultraderecha, amenaza a una familia que se ha ofrecido a hacer política, pero no a cambio de que maltraten a sus pequeños y a ellos mismos.

Si, esa familia de la que hablan tanto sus mentores, la Iglesia, y que aquí, no siendo la que ha pasado por el aro de aceptarles, con sus tratos en las residencias de mayores, cuestionables; sus colegios privados recibiendo dádivas del Estado pero también de los padres-madres, pero para ejercer el colegio, su derecho de libertad para escoger, privilegiar y apartar el alumnado, incómodo, no les importa que sea atacada. ¡Qué sucio todo!, ¿no?, dioses interpretadores de un dios menor, así le convierten, para su gloria terrenal

Todo ello está ahí, sin mí seguirá sucediendo con todos esos personajes y personas haciéndonos la historia, pero “Rayuela” es única y Julio Cortázar es imprescindible si quieres describir el bastón tallado de un abuelo de más de 80 años, que baja en un amanecer porque esos seres sin patria, no han tenido tampoco tiempo para respetar el silencio de la noche en el que las brumas de nuestro mayor, en la oscuridad con su pantalla de vida, cabalga en el galope sobre su juventud, ahora tan frugal. El viento de Paris, le proporcionó una gran rama sobre la que fue tejiendo ese imperial pero practico palo que, sin embargo, ahora no le sirve para endosar una memoria física en los atracadores de su insomne noche, robada por las ganzúas de los ruidos lejanos de voces que tamtamneaban como los tambores de aquella África que fue su refugio en su edad madura.

Durante años no tuve las ondas y el escritor reposaba en habitaciones lejanas. Cayeron otras historias, surgieron personajes que me asaltaban desde sus hojas, para recordar los paseos por el LIfley y Sweny’s Chemist donde yo, les había reanimado pero que en mi mal inglés, sólo conseguíamos que vagarán cuerpos solitarios, sin que se mezclará mi lectura con sus aventuras llenas de imágenes, personajes y la misma tienda, aromatizando un recuerdo de un té que exorcizo el glacial frio de un Enero dormido, para abrir la trastienda, donde las Molly Malone curtían su piel, con ese jabón que se esparce sobre las teclas y las palabras que le describen.

Es canallesco que por mor de una onda, más o menos fuerte, más o menos recibida por mi, cada vez más débil, portátil pierda las referencias de una vida común en un barrio vagabundo del eterno Paris, que son los trazos de los encuentros de las personas buscándose entre aceras, habitaciones donde se refugia toda su debilidad, sus incertidumbres y los miedos a una soledad multitudinaria. Parece extraordinario lo inmediato de todo lo que hace Doncic, un privilegiado que lee el baloncesto en la cartilla que muy pocos han sabido interpretar, Petrovic, pero su aportación será eterna, ¿Por qué emborronar un insomnio con un cacao instantáneo de su inmediato éxito, si el aroma de su privilegiado suelo se posará en un café que aromatizará la estancia incluso en la vejez, con el privilegio de cabalgar sus actos, sobre nuestra mente ya ingrávida?

En el viejo libro, comprado por una Magdalena en un año 86, el 19 de Septiembre, chirrían las maderas a las que olvidaron tratar con la delicadeza de los aceites virginales, cuando bajan cabizbajos, somnolientos nuestros héroes de una noche sin refugio, sin dinero para tomar un café, como en aquel brumoso año, en el que sentir cada calle, con sus escalera infinita al observatorio donde una dama volvía a seducir a un Paris sin pausa, para saber encontrar la cama donde el fragor de dos cuerpos hambrientos, recogieran el sudor de los árboles para secar el ardor que aquella diosa que masticaba cada grano, como podría embelesarse con cada tramo de su pastel de embrujo, aroma de las grandes ciudades, donde en cada rincón, estalla el encuentro de minutos con fragancias para lo eterno.

Rayuela a la onda que se escabulle para señalar la necesidad de ella que ha permanecido aún por encima de los también cíclicos bocados que el poderoso asesta, primero en los sustentos del imaginario de quien le niega, para pasar a estigmatizar a un cuerpo físico que debe temer las acometidas de los mostrencos que paciendo en la hierba desechada por el amo, creen estar en su mismo cielo, aún siendo una mazmorra a la que se le ha serigrafiado ventura, cuando sólo atisba su realidad al ser soltado para embestir.

Fue hoy en la madrugada cuando con balas, destrozaron la vida de Federico. Su obra permanece; aquellos, los nada nada segaron la vida con las balas que les habían entregado para que se supieran sometidos. Sucedieron días, sin ni tan siquiera alcanzar a ser parte de una trama de sus poesías. Si, quizás, fue uno más de los personajes descritos por Scurati, abducidos, obedientes a las diferentes necesidades de sus dueños.

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