Cuando decidió entrar en la tienda, sabía que de ahí no podría salir sin ningún daño, sin ninguna debilidad, por lo tanto asumió que su vida fuera de este espacio perdería valor, perdería dignidad.
Ahora sabe que fuera de ahí no podrá coger comportamientos de otros partidos para tomar referencias de lo que puede ser una financiación en B, o un apoyo, silencioso y lujoso a sus abducidos próceres, ni la creación de fundaciones para ser ellos, los arquetípicos políticos de seda emponzoñada, los propietarios de esas entidades, por tanto los mismos receptores de sus, ahora ya interesadas, dádivas.
Así que ve vagar su malévola justicia, en escritos preparados por estilográficas de tinta venenosa que se han desintegrado al poco tiempo pero han tenido sus efectos pernicioso durante el tiempo suficiente para denigrar al que molesta; y lo hará en breve; en entrevistas que desaparecen sin que la desvergüenza exhiba los colores de sus actos; imputados, eximidos a tiempo, para que de manera oportuna pueda poner una denuncia, que los medios empesebrados exhiban con profusión y malicia indecorosa.
En su tienda, mientras ingesta algo lujoso que le calme la ansiedad de su ignominia, no podrá levantar el faldón de la puerta para observar el país que está dejando, con sus actos. Sí, es uno más; no, no le tendrán que buscar 80 años después en una fosa desconocida, porque los mismos pistoleros contra la democracia le hayan disparado. Tendrá sus honores familiares. Pero,
¡Qué basura! ¿No?, los adorados comisionistas, quienes les adulan, para enriquecerse, en muchos casos del latrocinio; quienes creen que el orden es estar sometidos a los desleales con sus propios símbolos.
Si alguna vez fue capaz de comprender los estudios, primero de Derecho y luego de la judicatura, tiene que ser un terreno yermo, lo que ha dejado aquello que se intuían servían para que las relaciones humanas se regularan y el respeto permaneciera.
Si llego ya con las cartas marcadas y la cabeza direccionada, sólo decirle, “you’re only a pawn in their game”. Maybe happy, but with criminal consequences. ¿Vida?
Ser defendido en tus actuaciones por prensa que mintió en el 11M, despistó en las barrabasadas de un disco duro que se golpeó el mismo con martilos y se formateó para no saber si era él mismo o una planta arrancada en todo su esplendor. Ser comprendido por una prensa que no se ha planteado investigar que pudiera haber en ese disco duro, a partir de una verdad que pareciera cierta: 32 millones de su gerente en Suiza. Lo vimos en "El Padrino", alguien se va a dejar robar dinero, si no es con su consentimiento, cuando sabe que lo está recibiendo de forma oscura. Si fuera el 1% de lo que recibía, lo que se habría llevado "el fuerte", te marea lo que podría estar recibiendo ese partido, más de 3.000 millones de euros.
Es la vida, está claro; si la pierde, no hay nada más. Pero, atacar como B, un dinero que entregan los mismos congresistas y no haberte leído "El director" para comprender lo que es el sustento de inmundos noticieros, parece aceptar vivir en el fango, con sus oropeles, sus comprensiones de algo que uno mismo sabe que está realizando como una auténtica basura, es cuando menos, no tener hasta la boca, la mierda, si no ser porque se ha convertido en su "oxigeno" vital. A partir de ahí, ciego, a topar. Aunque a la cabeza te vuelva la afirmación de Bob Dylan, y la aceptes porque creas que no hay otra, o porque creas que una sociedad se puede mantener bajo el dominio de los que como tú, busca subyugar a quien te ve en tus impudicias para que comprenda que su silencio, será eterno, cómo tus sabuesos ancestros hicieron hace 80 años o con los ataques públicos actuales, que, por ahora, parecen ser suficientes para anunciar el odio, que está dispuesto a llegar, rompiendo los límites que fueran necesarios.
Willy Veleta va por España, para demostrarte que aquella sangre, era fructífera y que nunca serán olvidados las maestras, los jueces, los campesinos que tenían en su casa las cartillas para repartir ayudas entre todas las personas habitantes en un pueblo, aunque se las vejará al enterrarlas, como apareció ayer. En esa estamos, pese a las apariencias, la indignidad
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