miércoles, abril 01, 2020

Saltos y golpes


Si empezamos con la referencia del Salto de la Rata que estaba en el término de Peralejos de las Truchas, nos hemos de ir a aquel lejano tiempo y lugar. Hay que ser muy joven, e ¿inconsciente? Para hacerte 300 kilómetros, recorrer un pequeño tramo, poco más de 2 km de río y dar el fin de semana por celebrado como el mejor fin de semana del siglo.
Cuando nos embarcamos en hacer esa caída, 3 o 4 metros, sabíamos la importancia en caer vertical para entrar en el agua como una punta. Hoy en día, nos lo están televisando con los saltadores que se tiran de 20, 30, 50 metros y lo que llevan de cuidado por entrar “cortando el agua”. Siempre, en mis viajes, lo hicimos bien, quizás con demasiada fortuna, porque entrar en el agua cayendo en horizontal podía dañarte la columna vertebral  y eso, como se nos demostró de forma infortunada  en algún compañero de fatigas le podía pasar hasta al más experto de los kayakistas
No se puede llegar al borde y tirarse. Antes deberemos comprobar si abajo nos espera una roca o está limpia la caída. Tampoco sería lógico que alguien cogiera un dato: alguien afirma que unos políticos insultan a unos periodistas. Y esa persona lo ponga, sin comprobar si es verdad. No se ha acercado a averiguar si quien reclama ese agravio, resulta que de forma impune, incluso criminal, se ha dedicado a esparcir mentiras sobre quien dice le está insultando.
Tu puedes querer tu verdad, el río, odiar la piedra, vale porque te hace daño. Pero tu debes estudiar si vas a poder entrar por el trozo que te queda de agua, para no errar en tu última palada y por otro lado, debes haber previsto si la corriente te va a haber estado girando hasta el último momento para no caer de forma adecuada.
Vamos que esa asociación de la prensa, te ha llevado por la corriente de callarse y por lo tanto proteger a quien se hacía eco de las mentiras elaboradas por “los patriotas” (ellos sólo deben saber lo que es su patria, sin personas). Cuando ya descolocados y sin una buena entrada en el agua, como antes indicamos. Por su chulería lanzan la pala al aire, como pueden arrojar la basura de afirmar que se ha establecido un régimen bolivariano, que se está favoreciendo sólo a los suyos (olvidando su silencio ante la canallada de dar la Sanidad Pública a gestores privadas).
¿Qué sucede? al final tienes suerte, y entras en el agua de forma no muy ortodoxa pero sin ningún daño para tu cuerpo. Excepto que la pala se había quedado por el aire y que tiende a bajar y cuando nuestro palista sale del agua, su nariz recibe un impacto que le provoca una brecha.
En el caso del palista, no existe ninguna pega, se acepta las consecuencias de sus actos. Es ayudado por los compañeros y más tarde que pronto, porque el agua y los obstáculos marcan su tiempo, acuden al hospital donde se le repara para la siguiente.
Pero claro, que hacemos con esos que han lanzado tantas mentiras al aire. Seres que son mercenarios de sus dueños con intereses, ya no vamos a llamarles oscuros sino clarísimos: mercantiles y de poder, que les prometen protección, porque la dignidad por ambos casos, no es un bien a valorar.
Se quejan, por un lado, pudiera ser porque ahora si es verdad que alguien les llame por su nombre: carroñeros, y les hagan ver la canallada de estarles arrojando hacía una opinión pública, que les son sumisas en sus patrañas: les creen, o estas verdades, o estas que fueran mentiras o cualquier bazofia con la que les den su diario baño. También podría ser que esto fuera parte de su desvergüenza para ser agraciado con púlpito donde significarse torturador de la realidad.
Aquí, los sicarios no asumen sus consecuencias, quieren aparecer como víctimas porque eso les da prestigio, y la otrora muda asociación, en vejaciones y depravaciones, ignora el estúpido lanzamiento y sólo se hace eco del golpe y ahí estamos. Los que acuchillan la realidad, sin poderse sonar los mocos por un tiempo.
Nuestro descenso busca nuevos retos. ¿Cuál? El rio Cinqueta, en Agosto; en otra época es para los que ya están a otras cosas, relacionadas con la adrenalina, la inconsciencia y el disfrute máximo. ¿Qué vemos ahí en el inicio de nuestro descenso?
Si has ido subiendo desde San Juan de Plan (buscaron novias y resulta que estaban rodeados de bellas montañas que un poco les tenían calmados en su furia) medio dormido y ves esa mínima capa de agua, dices y esto que es.
Efectivamente la respuesta en 200 metros, después de una ardua preparación de nuestra seguridad pasiva: buen cubrebañeras, casco ajustado, chaleco con arneses, escarpines que agarren bien, ropa de agua que ayude a conservar el calor corporal y por supuesto en todos los tramos, pero en este más, la cuerda de seguridad. Esencial, ante un mal salto y enseguida una corriente que te puede llevar a un lugar, por desconocido, peligroso. Tú y tus compañeros deberás haber estudiado antes el salto y haberte bajado por algún atajo o por la misma agua, pero sin la piragua, para darle seguridad a quien se va a tirar con ella. Arrojar la cuerda es un arte para dársela en el lugar preciso para que el kayakista no pueda ser engullido por la siguiente corriente que le lleve a un rebufo, salto o sifón.
¿Dónde tenemos a esos compañeros doloridos por la altura de los próximos saltos que han dado al vacío de sus zafiedades, de sus intrigas y de sus tramposas medias verdades? Por hoy, olvidados, ante el salto más complicado en el que nos habíamos visto, un precioso momento, al que no nos atrevimos a enfrentar el día anterior. Piragüistas ya con experiencia, quizás, por eso, con más prudencia que en los pequeños saltos de los primeros años. Llenos de sobresaltos y de zambullidas en el agua, pero ya sin la piragua.
Nuestro salto tiene un primer tramo pequeño, vertical de 3 metros y en una pequeña poza, donde apenas cabe el kayak, el segundo es una rampa de 75º de unos 10 metros, abajo un pequeño desfiladero por el cual apenas entrevemos  la salida que seguro que nos ofrecerá otra vista grandiosa.
¿El salto nuestro?, accidentado, en algún caso, la parte larga, boca abajo, pero el casco y el ánimo de sentir vivir momentos únicos, hace olvidados coscorrones y ataques frontales y laterales de las rocas.
Cuando todo termina; los otros están ahí, a los de nuestra historia, emponzoñando convivencias, tramando traiciones, quejándose como el coyote que la ha vuelto a cagar en su afán por ser el más avieso listillo.


Existen otros, que somos nosotros, los que debemos apoyarnos, mirarnos, comprendernos y seguir adelante. En el agua, siempre, con mis carencias, intenté ser parte de ese otro correspondido para mis compañeros de fatiga

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