En el
escenario, de rodillas, doblado hacía delante, la cabeza casi tocando el suelo,
las manos en prolongación de un cuerpo, cansado, vencido. Está en un rincón,
una tenue luz acaricia su espalda vencida. Quietud, el resto del escenario casi
vacío; estamos en uno de las fronteras de lo que fue una ilusión y
lo pudrió la economía: Visión que te encuentras en tus viejas fotos.
Te centras
en buscar más información, apenas ves un cartel de entrada a un
pueblo. Tras una curva a la derecha. Las casas, en la noche que hunde sus
garras trazan sus imperceptibles contornos.
Él, vencido a las afueras del pueblo, como
implorando entrar, pero el cuerpo se encoge, se hunde la espalda, luego la
cabeza, las manos buscan más allá, rascan el suelo, como si buscarán un oxígeno
que no le llega, que le desprecia.
Calma, equilibrio,
la primavera se muestra salvaje, como si le quisiera tragar, lo intuyes por las
lilas que desde un alto destilan olores en gotas de nácar.
En el hilo
de luz del silencio del pueblo, una sombra parece desperezarse, al levantar ligeramente
una mano, un haz que cruzaba parece darle oxígeno; sacude el cuerpo con
prontitud; el cuerpo se agranda. Ya está de pie. Gira como una
noria arrastrada por un asno desfallecido.
Noche
plomiza que se sueña invierno para nuestra época vibrante. Nuestro nuevo hombre
sale, curioso como el niño alemán “del pijama de rallas” se acerca a la
alambrada que le encierra. Choca con el cuerpo mortecino del agotado viajero.
Olvida el odio irradiado por ondas guadaña, necesita insuflar la emoción de la
vida, hoy Sandy brota entre tulipanes con besos, aunque no sea 4 de Julio en Asbury
Park, en brisa de nueva vida. En un movimiento apenas perceptible, cae, como en
suspensión hasta tocar las manos del viajero.
No responde;
nuestro habitante busca el suelo para que hundiendo sus manos, puedan estas
conseguir soportar el desvalimiento de nuestro primer protagonista. Vuelve a
caer, sus manos arañan las entrañas del barro para agarrar al forastero.
En él, la boca
absorbe el viento huidizo. El agarre es mutuo y de súbito, las cuatro manos
ejercen su fuerza
Se tantean,
se agitan, se desesperan, se balancean hasta que terminan girando una,….una y
dos seguidas; vuelven al inicio, siguen rodando. Ahora nuestro habitante, busca
agazaparse y se lleva consigo el cuerpo de su nuevo compañero, aún torpe. De
rodillas, tira de él, hasta conseguir montarle sobre sus hombros, pero el peso
muerto hace que terminen respirando el pueblo.
Palabras para
una danza de encuentros. Abriendo Fronteras Guadalajara, caminos abiertos, para
que las ideas de otro mundo posible engendren formas de vida diferentes donde
el ser humano esté por encima del dios dinero
¡Cuán
necesario sería soltar las amarras con las que nos hemos mimetizado con las
ansías de control de una sociedad a la que contribuimos para que estuviera
envilecida y que bello despojarnos de
las alhajas que desprecian a quien elige otro camino para empezar a destruir
las autopistas que nos llevan a las cadenas!
Imy
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