miércoles, abril 08, 2020

El oso


Apareció cuando estábamos terminando de exorcizar los miedos pasados, con cinchas, al coche. El ruido era rítmico en su acercamiento, por lo tanto mientras apretábamos, cada uno a un lado, nos dio por hacer la broma del bufido que siempre realizábamos tras un paso difícil o entre piedras, o con ramas peligrosas o con corrientes con final difícil; tuvimos la relativa suerte, de que a sus pasos, que nos daban la entrada a nuestro dudua, el plantígrado le inspiro imitar nuestro famoso ruido. Por supuesto, lo osobrutizó y desde luego, y por ello, cada uno habíamos entrado por una puerta del coche con las bateras de la cabeza marcando un grogui.
Al rato llego, rodeo el coche e olfateó que entre otras cosas, dentro, había más miedo que vergüenza. Aburrido soltó un zarpazo que arrojó la piragua libre, nuestro Morfeo había preferido los embates de Venus, y ya en la orilla nuestro kayak, reposada sin dolor; hete aquí que se monta encima, igual que habíamos hechos nosotros con nuestros miedos de barro. Si, desaparecía el material ya sería la segunda pérdida en dos meses. Entonces no estaba el bolsillo para estipendios por eso no quisimos recortes de material, así que ahí nos tienes; nos cambiamos rápidos, empezando por los calzoncillos y de ahí pasamos por chalecos y cascos hasta afianzar el material de rescate. Yo no sé ni quien le había enseñado la imprudencia de montar en la piragua, ni donde lo habían practicado, pero vernos a los dos, salvar al oso de los rebujos, de un sifón y de un infranqueable nos mostró que el oso puede dar zarpazos, hasta despeinarnos, pero también puede no ser nada, cuando queriendo parecerlo, sin embargo, sus actos, donde no sabe, son de un pélele

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y