He tenido la oportunidad de aprender de una alumna, ante su
insistencia porque le explicase mejor un punto del trabajo deben hacer.
Todos corremos el riesgo de con el
tiempo, creer que basta con lo que has soltado en una retahíla o con lo que le mandas que lea
en unos apuntes. Este tiempo, cualquier momento debe ser capaz de quitarte de
todas esas certezas que te empequeñecen tanto.
Así, cuando recibía esas consultas me salía de una de las dos
habitaciones que suelo utilizar para trabajar y me iba a la otra. Había
intentado, por comodidad, responder en la primera, pero no había dado
resultado.
En esa habitación, la información la das desde la soberbia.
Le pones música, palabras brillantes, muy fáciles, donde invitas a tu
interlocutor a seguirte porque lo que nombras y como lo enfatizas te hace
acreedor a que tú, seas tenido por una persona brillante a la que seguir. En
dos minutos, vamos a suponer que como mucho tres. Las fotografías, el ritmo
sonoro y las palabras proclamas te dan la seguridad de que eres un gran líder.
De repente, alguien al otro lado de las pantallas, te dice: “pues
no lo entiendo”.
Vaya, a veces has viajado de una a otra habitación, aunque
sabes que la que más te gusta es donde puedes sumergirte entre la información
que te ponen delante, medios a los que pagas y que tienen calculado que a su
lectura le dedica una media de 10 minutos, entre uno o dos artículos que lees
en esa tacada.
En la otra, tienes la posibilidad que te ilumine durante dos
o tres minutos con datos ya resumidos, brillantes y que a lo que te invita es a
que cojas el petate, el frontal, las botas marciales de campo y el carbón de
las ascuas, de preferencia, frías para tiznarte la cara.
Esa pregunta, te paraliza porque no es
que no es que fueras a entrar en la otra habitación, sino que las certezas de tus
datos eran tan contundente que ni despedirte, ni de los tuyos, ni de ella (que
aprenda) ibas a salir a mostrarte parte de los dioses elegidos.
Pero
La escuchas, te sientas, habías cerrado la tapa de tus “Rams”
prodigiosa, pero se ha escapado ese hilo de voz, y siendo tan pequeño te ha penetrado.
Si los datos eran tan seguros, tan contundentes, los colores
tan marcados y la música tan adictiva porque ella pregunta, para qué me has
dicho “haz”, pero como dibujar mis trazos, sí sólo ordenas. Tan poco ¿Cómo?,
sino únicamente sígueme. Ni tan siquiera me has dicho hacía dónde, porque
confías en que yo de forma ciega, pise
tus huellas que te estoy demostrando que no me sirven pues no me has enseñado a
leer las estrellas, sólo a que siga la tuya. En el cuándo, me llamas a ya, al
instante, como si no necesitara un proceso de maduración para ser yo misma.
¿Tienes prisa en acabar para salir? Yo no, quiero mi tiempo, la sabiduría me
llegará de comprender, no de seguir.
Y al final, ante la pregunta que pareciera hacerme ella, quien seré yo, si tú no me
haces pensar y no me haces rehacer, porque me haya dado cuenta que algo no lo
había hecho bien. Ante esa afirmación me deshago, porque me doy cuenta que me
había hecho salir de la habitación de las certezas y la he estado respondiendo
desde los libros que cuestionan, plantean, descubren.
No es fácil, es muy cansado, te cuestionas en tus actos;
pero, le agradezco enormemente que me haya agotado buscando las explicaciones
más pertinentes para descubrirme creciendo, haciéndola pensar para entender.
No existe la información definitiva, brillante, absoluta si
esta no nos hace pensar quien la hace, para conocer sus intereses; porque la propone,
habiendo hecho antes ¿el qué?; dónde, por el espacio confinado
en el que estamos viviendo no de espacio físico sino de la búsqueda de
nuestros propios conocimientos, cómo la plantea, de absoluta por única solución,
cuando, ahora que una desgracia mundial, está poniendo al descubierto que la
búsqueda de soluciones no ha hecho nada más que empezar y que la inhumana,
propuesta, sobretodo, por el libre comercio va a dejar destrozada el respeto a
la condición humana del débil.
Por último, esa llamada al que, ¿Qué hacer? Seguir a quien,
¿al rico? Que no paga impuestos; al periodista falaz y mentiroso? Que nos
proclama la mentira como verdad a seguir. ¿Al político, guía? Esos que siempre
fueron mostrados como dioses pero tan sólo fueron siempre y no es poco, correo de transmisión de otros poderes económicos, políticos
y religiosos.
No, he aprendido a que tengo que desaparecerme en el otro, al
que debo respetar, para que el pueda llegar a obtener las claves para descubrir las respuestas.
No tengo tiempo para 2 ó 3 minutos de certezas que manejan
otros.
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