Cuando Feli ha invitado a doña Rupi, la cierva que se pasea por las calles de nuestro pueblo, a tomar un poco de alfalfa; Penélope, de alguna manera, se lo ha recriminado. Era el momento de la siesta y ese día, que coincidía con el día en el que Azucena acudía a la vaquería a traer un queso que encarga cada dos semanas, no era el más apropiado para esa quedada,
Julito estaba limpiando el rifle, con el que iría al acecho, aunque quizás iba a ver Luci; Reme instaba desde su balcón a un último esfuerzo a Pedro y como decíamos Azucena, al espantarse, ha tirado los frascos, con tan buena suerte que cuatro han caído "de pie", tres se lo han pensado pero, consiguieron esa misma posición. Tres quedaron sobre la tapa y dos cayeron de costado, uno sobre el otro; el de abajo ha resistido porque quedó algo de paja del otro día; pero el de arriba, que había "volado", para caer "en blando", una vez posado, ha empezado a rodar; topo, pero saltó a un cisne, al caer por el otro lado, este extendió su correspondiente ala y amortiguó el golpe, si aquello parecía poco, en su caída frenética, golpeó a un tornillo que se le había caído a alguien, que por lo que sea no ha querido salir a la luz.
A todo ello doña Rupi lanza un eructo que deja sin palabras al corro de hombres que venía de echar "la partida"; parece burlarse de ellos, diez años y no han podido con ella.
Rodó también por el prado y cuando parecía que quien se iba a tirar en parapente, desde la cascada cogería el tarro para posarlo al lado de su amada que metería ahí sus esencias. En ese, casi instante, dos metros antes, ha golpeado una piedra, ha golpeado la cabeza del malabarista. Este ha perdido el conocimiento, el bote se ha abierto.
En el mismo instante, el frasco golpea una piedra y se convierte sus piezas en gotas, que cortarán a quienes están recibiendo el agua en la pequeña piscina que se forma abajo.
El hombre desmayado cae sin poder desplegar el parapente, pero.......aún a 15 metros de altura, la tapa que planea pasa por las narices del malherido y desgraciado acróbata, se despierta por lo que huele, realiza una postrera y arriesgada maniobra y a 25 centímetros del suelo, vuelve a planear con la desenvoltura que le caracteriza.
Feli queda para la semana siguiente en aquella pradera por donde juegan ahora un grupo de alces; espera que entonces, está simple convivencia no levante tantas ampollas ni dimes ni diretes
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