Para tocar con aquel grupo tuvo que viajar a lo más profundo de sus capacidades.
Nadie eludió su responsabilidad pero Ágata quería un chico rubio y que la satisfaciera. Él no quiso preguntar en qué, pero si estaba prendado de su exuberancia que ella exhibía pletórica. Aquella otra, restauradora, también se quedó con las ganas de rechazarle y él con el sueño de sumergirse en sus océanos.
Al final, con el tiempo supo que era una cuestión de idioteces y a estas lo mejor era acudir como sigue un atontado a los símbolos, y desvestirlas por su tienen algo de pudor; que no.
Cuando Loles salió del cine, encontró una mapa con las certezas que se había fabricado a lo largo de su existencia, lo puso en un muro a modo de recuerdo donde empezar el hilo de sus historias.
Nada parecía que pasaba, con los días se fue dando cuenta que cambiaban letras, palabras, frases.
Si buscaba historias con certezas, enseguida alguna linea se separaba o abría, como diría el bíblico y se desplomaban, porque convencidos o no, habían pegado hostias como si no hubiera un mañana.
Todavía iban pertrechados de las chaquetas que les calentaba, por lo que parecía, no sólo pecho y cojones u ovarios, sino también neurona.
Pasaría por la soledad que en su caída cogían a Paul Laverti y le llevaban a la cárcel.
¡Señores!, "que este tío piensa".
Pues por eso, mira nosotras, cocida la única encontrada, obedecemos con violencia a la petición de paz.
¿Coherencia? Ninguna, ni incluso patria, solo necesidad, sumisión y privilegios.
En Berlín, si en el Berlín de Karo, policías aplican la violencia con saña como si fuera la de sus vidas, a quienes se manifiestan contra un genocidio.
Como zombies que volvieran en mescalina.
Grises días, por las imágenes producidas por las armas; ¿Las nuestras. Pedro?
Por respuestas que no obligan a cambiar la historia y bestias que se han dejado convencer por calculadores inductores
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