Llegó ayer, dentro de una botella, un mensaje para que las mañanas de los próximos tiempos aparecieran junto con el Arco Iris, unas dianas con la que abrazarnos con los descubrimientos.
Por Anas y tantas otras periodistas palestinas y palestinos asesinados tenemos que poner nuestro último grano de palabras, cada día.
Pandemia Digital destroza los ánimos del más pintado. Pone las voces de los Negre, Quiles o cualquier otro asalariado de la desvergüenza por utilizar las instituciones públicas para regar empresas privadas sobredimensionadas qué luego les apadrinan.
Es tal la sarta de gilipolleces repetidas como mantras que dudas, no de ellos conscientes de la putrefacción de sus mercaderías, sino de esos jóvenes que parecen se han entregado a la desesperación de seguir a quienes les esclavizan porque existe una izquierda mercantilizada y zalamera pero nada valiente ante los problemas que más les acucian.
Diego Cañamero apela a una unidad. No hay tiempo, parece decir, pero tampoco debería haber entreguismo ante quienes pergeñaron una traición, con consecuencias que podían haber sido aún más trágicas que tener en un socialismo seguidista de los señores de la guerra.
Si hubiera otra diana, sería para escuchar la empatía de Anas con los seres humanos que padecen las consecuencias pobreza absoluta o el hambre, provocado este por mentes enfermas, elevada a la autoridad de un poder mefistolico, al que se les encumbra entre enormes silencios nuestros y de quienes son nuestros representantes
Vernos para concordar con el lenguaje musical, sin olvidar los infiernos que nos rodean y encendemos
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