Muchas temperatura de desvergüenza es que Pablo Hasel esté encerrado en una cárcel de Lleida después de cuatro años por haber manifestado lo que está probado sobre un rey Borbón, como nos diría Nieves Concostrina, que con sus actos ha empequeñecido un país.
Muchos grados de ebullición es que en la cacerola esté sobresaltada hasta la explosión porque aquel macarrilla Montoro siga libre cuando ha modificado leyes para perjudicar en decenas de casos a los ciudadanos como, por ejemplo, con la negativa a financiar de forma publica la cara medicina que hubiera ayudado a quienes desarrollaron una letal hepatitis C, mientras libraba de cientos de millones a sus colegas empresarios asaltadores de la Hacienda.
Juntarse en una plaza o en una discoteca para gritar Pedro Sánchez, hijo de puta, en el primer caso apoyados por una alcaldesa del PP, que pudiera no tener tan claro no se lo merezca ella, porque le hizo gracia decirlo a una mujer que no rebatió lo que ese presidente dijo de sus actuaciones; a todos ellos sus bertidos les hace empequeñecer, aun estando en modo manada.
Sentirse borrego está sobrevalorado, no se sabe si es por lana o porque la soledad da miedo, cuando en realidad estás actuando como un canalla.
Ser eso, un pobre hombre es ser el mamporrero de alguien que además te está robando a tí, pero menos y asumible.
Ser ya un bufón de quienes actúan como reyes ya es el mayor grado de degradación. Te vemos beneficiado de políticas estatales porque te costaría salir adelante sin ellas y te metes en el mundo de las bufonadas para hacer gracia a quien privatizará tu futuro o te dejará colgado cuando no le sirvas. Como resumen, mientras te ven coger las migajas que te tiran, podrán vitorearte a la vez que decir, pobrecito.
Grado de estulticia supremo reflejan los repetidores acéfalos de las consignas que elaboran los grandes think tank mundiales donde culpan a quien está a tu nivel para que nunca mires a quienes te quitan todo para ser aumentados ellos en más inmensos en dinero, pero soempre con mortalidad.
Grados de reflexión le pediría a quien se ofrece a poner orden, sacando a jubiladas de 80 años que se han renunciado a su comodidad para decir que Free Palestina y que aquí se está cometiendo un genocidio.
Si ese deseo de orden que llevas te obliga a realizar esas detenciones, el silencio ante quienes manipulan leyes, aguantar que un familiar no recibiría Sovaldi y detener y encarcelar a quien tiene una visión propia que no te hace cómodo dejar pasar tan grandes injusticias. A lo mejor, esa profesión no tiene la mejor gradacion en tu dignidad. Aunque, mientras les sirvas, te achucharán con un estúpido: "a por ellos", que nunca debieras seguir. Los enemigos, ya mandan.
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