domingo, agosto 03, 2025

Lo obvio Bertold, virus que nos inyectamos

  Entró en el lugar sin prisa, con el objetivo de descubrir el aura que le había descrito Sámara.

  Encontró tomates de la huerta familiar, calcetines de colores, besos de la noche y luna que buscaba por asomarse desde hace unos días. 

   Viajaba sin pausa donde estaba el pasado y dejaba hacer el presente a quienes siempre comerciaban con las guerras. Ululaban las sirenas para que nos postráramos a los hijos de aquellos fabricantes de armas.  

Siempre habría infames que se confirmorian con ser miserables pero ganadores con ansia de hartarse de migajas.

 Habían aprendido a hablar pero se haian especializado en no decir nada pero sin parar.

  Estos sabían que la gente oía pero no escuchaba a los demás para reflexionar y cuestionar; por eso a su alrededor montaban una parafernalia de sonidos, luces y voces bíblicas. Suficiente para una sociedad que se ciega ante la desvergüenza y les da hasta su primogenitura familiar, entregándoles hasta la cordura. 

   Había gente sin esperanza que se echaban en mano de quienes defendían a los privilegiados. Alguien dijo que estos nunca robarían porque ya tenían todo, sin darse cuenta de dos cosas: eran ricos por haberse quedado con lo de los demás y segundo, eran insaciables y se creían con derecho a todo. En sus círculos se reían de ese servilismo. Roma no paga a traidores.

   Bertold Brecht está en todo tiempo y su frase "que tiempos serán los que vivimos que hay que defender lo obvio. Tantos parlanchines para entregarnos a las alimañas; no perder nunca la referencia de quienes somos y de donde venimos.

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