miércoles, enero 29, 2025

Un círculo menor

  Salía Petra de aquel tugurio donde Donald exhibía de forma impúdica su miembro viril haciendo el helicóptero. 
  Había ganado gran renombre porque era capaz de escupir, a la vez, sin perder su compostura mientras vendía botellas de leche a crédulos de la vacuna contra la diversidad, más suave por llevar la tendencia a la cornamenta para arremeter

   Petra, había llegado de Tuliflan, no muy lejos de Dublit, la otra dimensión del famoso Dublin de Joyce, entre Cork y alguna bahía donde anidaban los Orcos.

   Eran estos últimos, quienes invitaron a Julia, pareja de Petra, para que saliera en uno de los próximos amaneceres hacía los confines del mundo, allá por donde se solía perder el Sol; siempre a Félix, uno de los Orcos mayores, había contado lo que todo el mundo creía que era una flipada. 

   Se había montado en una barrica de whisky, que habían arrojado al océano, en una época  en la que se había entregado con devoción a aquella bebida que le había apartado a una cueva, después de haber vendido su casa a una de aquellas fabricadas que elaboraban aquel ansiado liquido. 

   No le salvó ni que en aquel lúgubre lugar, al lado, en otra cueva, hubiera aparecido una pareja que en los días siguientes, la mujer se pusiera de parto. Asistió al parto Félix, pero siguió a lo suyo.

   Petra, experta navegante, antes de zarpar Julia, salió aquella mañana, se alejó de la orilla y rescató a Félix. Con un él, agarrado a la barrica, iba un tal Javier, decía que venía nadando desde Argentina. Primera noticia que tenía, ambos, que aquello existiera. 

    Si les dijo, estoy harto, un tal Santiago Cuneo me dice Mileis de insultos y ya no podía aguantar más; ¡qué capacidad tiene para describirme!.

    Entre los dos le acogieron cuando llegaron a la orilla. Lo que no comprendieron es que quitará las tapas de la barrica, se desnudará y viviera de esa guisa por aquellos húmedos bares donde un tal Leopoldo le arrojó de nuevo al Liffey. 

    Inaguantable le describió, cuando llegó a la desembocadura. Julia, le recogió, le metió en la bodega y se fue, por donde este había venido.

    Existen días en que el círculo se cierra, aunque sea incluso con seres menores, como aquella Anita Bryant, azote católica de los homosexuales; se terminó divorciando y una nieta la presentó, unos años antes, a su mujer. 

     No son círculos de quintas, pero que lecciones hay para todos, seguro. 

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