domingo, enero 19, 2025

Aquel H.P., oscuro. De rasgos tortuosos

 La noche es espantosa; perdido, sólo una luz consigue orientar la mirada desgarrada por aquel machete que aterrizó en una pierna que apenas avanza, sólo el enorme esfuerzo de los brazos la trasladan. En la otra, un torniquete ayuda a sujetar la vida. 

   Un gélido aspaviento le volteó hasta clavarse una astilla de un cerezo secándose.    Esa mano asía una botella de alcohol con un guante en ruinas.

   Desi lo ha dejado todo en el pañuelo pisado, su antigua esperanza. Cuando se acerca putrefacto en su pie derecho Casi, aparta la vista. Ella lo embarcó en esta dantesca zozobra; Lovecraft le previno, no le ató aunque hubiera sido a la última caña con la que se limpiaba Polifemo. Al menos, borracho este, hubiera tenido la esperanza que no atinara a introducirle en la desdentado y negro de su informe boca. A él, sus siguientes pasos le arrojarán sobre un fango hambriento.

    Un solitario árbol ha aguantado un vendaval infernal, galernico, magallanesco. Le besó como una sierra con dientes de despecho lo haría, pero le agotó y despuntó sus flexibles ramas, bateadoras de los picos más extremos de viento.

    Casi, sin querer contemplar más, escupe pus y negra sangre cuando Desi se aprestaba a aplastarle la cabeza. Un potente veneno que la desvanece con los ácidos que este monstruo generó de forma casi póstuma.

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