sábado, enero 18, 2025

Rasgando

 Tiene varias cuerdas y otros tantos alambres. Se plantea ponerlos en una pieza de madera y alguien después de un rato escuchando dicen que es parte de una partitura de Bach.

  Sabes, dice Juan, músico, que aquel señor creo una nueva música. Mary había estado midiendo partituras, con los ruidos de siempre. Sabiendo que el silencio era lo único que permitía escuchar en su integridad.

  No le respondió de inmediato, cogió un cubo y marcho hacía la orilla del río. Aquel Jimmy le había indicado algunos de los trucos para medir  aquellas enrevesadas hojas. Mil y una vez, en estos tiempos había pensado que leer libros como el de David Uclés podía ser más satisfactorio que cualquiera de aquellas partituras.

   Aquel músico insistió en aislarse de otros sonidos, por mucho que pudiera aportar. Ahora ya era otro mundo. Estaba por allí, en la nube, no corría prisa. Sin embargo, Mary era consciente que estaba saliendo de la orilla, adentrándose en un océano; las primeras, como aquellas en L'Estartit parecían pugnar por devolverte y arrojarte a la misma playa donde sólo se oían las canciones pero no se entendían sus estructuras.

   Esos primeros días pasaban ligeros veleros como los de Jaime Altozano, como los de David Calabrés. Miraba las velas, las drizas, el timón pero no entendía la plenitud de su uso. Les veía como en aquel lugar de la costa de Girona aprendía de aquel sabio patrón que gobernaba un enorme hobbit cat con una maestría que la dejó embelesada. Había ido una velocidad inimaginable para ella. No se había atrevido a hacer toda "la banda" que el barco requería. Lo recordaba como una magnífica oportunidad que la había estimulado a seguir, no a rendirse. Las oportunidades para la mejora ni las volvió a encontrar, ni salió a buscarlas.

     Ahora era igual, lo único es que iba sola. Paraba en las islas de aquellos youtubers. Comprendía que no les entendiera. La faltaban muchas horas en las aguas. Aún así, algún abordaje había hecho y había sufrido y siempre había estado dispuesta a comprender lo que veía de aquellas otras tripulaciones.

     En días como ayer, la Bretaña se le hacía viva. Los marinos celtas la ofrecía unas melodías, no para tumbarla, como aquel otro rebelde hobbit, que la derribó por intrépida y sobre todo, inconsciente, tras salir de una operación que la había dejado postrada por semanas. Estos herederos de los castros gallegos tocaban, si, con una cierta desesperanza para ella, por no entenderlas. Ahora las buscaba como una ola que podría ser peligrosa para su salud, pero también una forma de llegar a otra nueva zona.

      Hoy, dejando de mirar los cielos, se había centrado en leer la nueva carta de navegación; y si, apagó todos los ruidos y su disonantes discursos y empezó a entender pequeñas cosas a las que se agarró para que le abrieran el entendimiento de otras.

   

  

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