Si pones a Irlanda en la ecuación, uno siempre se emociona; por Paddy, por Sinnead, por Swenny, por los océanos humanos por donde nos llevó James, por la calidez de Sweny, por el desgarrador Shane. No tienes mucho más, o quizás si, saber la fuerza de su pueblo para proclamar que en Palestina se está cometiendo un genocidio y que las armas muestran el descarnado proceder de quienes comercian con ellas.
Los chicos que hacen hip hop en el idioma irlandés en la película Kneecap son los pueblos que sueñan con la autenticidad; llegan las partituras de la tamborrada de San Sebastián y te vas a sus calles recorridas, también de forma esporádica; también habiendo dejado una impronta, sobre todo en la primera Behobía. Ahora baten records de participantes y de ingresos, eso ya, es otro mundo. Entonces fue la noche interminable por la casa rural de Monte Igueldo y otros entrañables momentos compartidos.
Allí el euskera, les hace injertarse en los suelos.
Todo eso no les da miedo, ni a aquellos traficantes, ni a los grandes capos del mundo.
Igual que un pequeño club, en su momento, describió todo lo que era una sociedad entera, con sus patrañas, sus especuladores, sus merodeadores, sus grupúsculos que no se podían unir porque no se podían ni mirar. Estos grandes magnates de la tecnológicas son los señores feudales de aquellos siglos medievales.
Existen uno que por ser el más descaro y el más killer, le elevan y acogen como rey y luego los grandes señores que le aúpan, también como escudo.
Esos señores se han hecho con todas las tecnologías. Podrían haber cambiado la historia y salir de ese trato como aldeanos a sus súbditos, entregados a todas sus redes para dar una oportunidad a la supervivencia
Podrían haber cogido las inmensas fortunas globales e impulsado una defensa de la naturaleza a la que se lleva tiempo hablando se la está castigando de una manera despiadada. Además con un lenguaje muy lógico, jamás se había echado tanta contaminación sobre la superficie de la tierra. Ni nunca se había desequilibrado tanto la corteza terrestre con las extracciones, ni la marítima con los inconmensurables vertidos.
Saben que las armas existentes podrían explosionar la tierra, hasta convertirla en pedacitos de recuerdos en algún planeta a los que esos desalmados no habrán podido huir. Conocen eso y, vierten todo el dinero existente en más armas, hasta provocar varias extinciones.
Son, por el contrario tan canallas, tan abyectos que dicen defender la libertad, sabiendo que la tienen, y a medias, por mucho que les joda, los que tienen más privilegios. Son tan miserables que conociendo que existe una gran parte de la humanidad que no tiene las herramientas para dilucidar lo que es la verdad y lo que, sin más adjetivos rastreros, es la mentira, que sueltan esos venenos a través de sus redes y su podredumbre mental.
Esos señores, decían hoy; nombran a un dios al que tienen esclavizado, a su servicio, se reúnen de forma continúa para potenciar la multinacional del odio.
Muchos viven de ella, y sabiendo su debilidad, prefieren arrimarse para que les caiga las migajas, de aquel cuento que decía aquel padre. Se veía tan miserable cogiendo las migajas hasta que un día vio que había alguien detrás, cogiendo lo que él dejaba caer
Como los chicos de Kneecap, como aquellos seres recogiendo basura en la película de los Monty Phyton la rebeldía es una opción necesaria, cuando ese rey, ahogado en la basura que le hizo al poder, se aproxime al grupo, le dirán que ellos no le hicieron monarca y que lo único que ha hecho es quedarse con parte de lo que le ha dado el estado y de lo que ha especulado con su producto. Y sí, le arrojarán una mierda, por villano, rico, pero si, rastrero y nauseabundo en sus poder.
Lástima que exista una sociedad que les cree cuando dicen libertad, que son las sobras que les arrojan.
Pena porque cavan su propia fosa, donde arriba no les importa ni las 46.000 asesinadas en Palestina, ni los 4.000 que murieron porque el Estado considero que la medicina para combatir la enfermedad, era muy cara; o los 7291 seres a los que no se les dio la oportunidad de salvarse o morir con una cierto cuidado.
Libertad dicen los poderosos y escupen maldiciones que recibimos como lluvia o como ofensas de quienes, como nosotros, tendríamos que unirnos para hacer frente a tanto ensañamiento.
Necesitamos ser parte de un idioma propio; no el universal en el que nos han dado para que ya las palabras verdad, mentira no tengan ningún valor y al barbado mentiroso se pueda jactar de su inmenso poder para pudrir las relaciones, con el lanzamiento de frases sin parar y sin vergüenza, como disparos para eliminar la convivencia.
No les importa la vida, aunque nombre una y otra vez a sus dios encadenado. Les sobramos muchísimos y el exterminio, empezado por El Congo para extraer las riquezas que les meta en su castillo, nos dicen que la muerte se puede aproximar en función de sus necesidades.
Como en aquella lógebra charca, dos personas son multitud para empezar a señalar a esos infames, autoproclamados enviados. Nos espectacularizan asesinatos, para tapar los suyos.
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