Tuvimos el libro y los años han mostrado el poder de mensajes trampa. Fáciles en la penetración, seguidismo goebelianos y poderosos, en la otra mano, poseyendo la espada para cercenar vidas que les pertenece.
El glamour de lo sencillo empleado por marketings para que nada cambie. Sin piedad porque, ellos gobernarán la tierra, aunque se la apropiaran con las armas de las mentiras, traiciones y armas.
De que dios se sirven, aunque digan que le siguen, si su vida está llena de patrañas, de apropiaciones de lo ajeno, de justicia desequilibrando balanzas, de infundir sumisiones sobre las que tenían sus alfombras en palacetes.
Silencios cómplices cuando envían embestidores para infundir temor y luego silencio sobre los que tañir sus arpías plegarias.
Tablero sustentado en cientos de manos, guiadas, cada una, en mentes que necesitan, no las voces celestiales o los nunca interminables estúpidos mensajes, crece burpees o silicios. Buscan el respeto de las personas que presentan opiniones sin ser correas de transmisión más que de sus propios sueños.
Daño hacen, si no de que un "lo pelat" somatén fiel a sus amos que le abren regalos a la propia mediatizada codicia se iba a fijar en una persona, Irene, a la que unos y otros creyeron callar y luego destruir.
Existen Laura, Inna, Víctor, Irene, el inexpugnable desfabulador de titulares, Manu; el inquebrantable ante los poderosos Willy, y sin embargo empático. Con ellos viaja Pablo y con todos estos, cientos de miles que valoran la honestidad de sus análisis y la defensa, sin las trampas de las consignas, de una convivencia sin sumisiones ni a reyes, comisionistas y otros tahúres con cartas marcadas por prebendas.
Tuvimos un camino con mensajes de cambiantes luces de neón. Hoy, escuchamos a quienes se enfrentan con aquellos y andan de la mano de aquel pastor que soñaba con dar las capas de la cebolla a su niño, mientras a los demás nos dió, por siempre, afán de humanidad y conocimiento para no ser guiados como cabestros a Garibaldis y su propia cerca en la que se encierran hasta ser llamados, cuáles orcos, a nuevos sacrificios, en los que solo pueden perder ellos, no quienes les lanzan silbidos a seguir y monedas a recoger.
A ellas, siempre mi afán por comprender y agradecer sus desvelos por crear comunidades libres de enviados de dioses justicieros, aquí y en sus mitos
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