sábado, septiembre 21, 2024

Un día en Quebrantos

 Cogiendo notas, me aproxime a un pastor que llamó a su perro para que atendiera su orden. 

  Al cabo de unos minutos, el animal creyó haberse sumido en un pozo. Miraba a su alrededor y sólo veía paredes insuperables. Miraba el cielo del suelo y las ondas creaban las nubes que descargaban desesperanzas y puñales con traiciones de esos dioses que vagaban en lugares, demasiado terrenales.

   Trazo un campo en quebrantos y lo restalló con búsquedas, muchas veces, dolorosas; otras, veces, crueles y las menos, de agarrar la vida en besos.

    Quebrantos fue una estancia por la que siguió aprendiendo. Cuando se podrían apagar las ilusiones se tejieron los actos; ayudaba el viento del tiempo que lo mecía por la brisa de la caída de las hojas que se rellenaron con pasiones, tristezas, dudas y encuentros. 

    Se dibujaban notas que se desentrañaban entre las estridentes voces que apagaban los horizontes.

   Nadia acudía pronta a rellenar los vacíos que generaban los ruidos de las bestias. A la sociedad la habían subido sueños, ella cogía los vestigios de lo que era el jarrón roto de pensar y desbrozando todos los marasmos de grisos, quitanas, abad, ayusos y además brozas; apagaba las teles y radios y encendía nuestros  centros de gravedad permanente, siempre con Battiato, pero ahora con Raúl y entonces aquellos miasmas de ideas podridas instaladas en las mentes que te hacían tan soberbio, porque repetías los conceptos de las masas, de decir que tu eras un pelele por apoyar el enfrentamiento contra las mentiras de los indicados más arriba; entonces, decíamos, ponía uno de los Quebrantos por perpetrar, la operación Charmatimo, donde andan implicados bancos que no pagaron sus deudas, constructoras, infladas en artificios que producen flatulencias que nos ahogan en deudas y políticos, truculentos, con aires de ser malabaristas del Circo, ellos no del Sol, sino de las Tinieblas.

      Hemos llegado a tal estado de estupidez: "por favor déjame en paz, acabo de llegar de trabajar, con extras sin pagar, encerrado en una carretera de ida y vuelta por 3 horas y ahora, ¡no lo ves!, ellos tienen el poder déjame disfrutar de mi parte de vida que me regalan.

      A esa situación en la que te dicen que van a poner una gran losa de hormigon y cemento sobre la Estación de Chamartín y encima harán un Retiro del siglo XXI, XXII o vaya usted a saber.

      Se preguntarán porque será único. Los árboles habrán crecido sobre un metro o dos a lo subo de tierra, no tendrán raíces profundas, entonces con los huracanes que, cada vez, con mayor frecuencia se están produciendo, por los desequilibrios de una tierra sobreexplotada, nunca respetada. 

      Escribíamos, saldrá volando esa masa forestal, arrancada de cuajo. se dirigirá a los torres, edificadas para especular, pero vacías, porque las formas de organización de las empresas, ya no necesitan aparecer en rascacielos estigmatizados. Se hundirán sobre sus estructuras, el gran monstruo despertará, cogiendo bocanadas de aire, por todos sus ventanales quebrados, se los arrancará de sus ojos y boca y los lanzará al aire. Allí, por fin tendrá justificación los cientos de miles de millones gastos en armamento; ya, los especuladores y comisionistas, podrán decir, no ves como se necesitaban miles de bombas y de aviones para atacar a los árboles hambrientos de raíces y edificios saciados de vacío.

       Dispararán, alocados, una rama solitaria caerá sobre Sol, en el centro de Madrid, un alcalde, igual de cuerdo, descarado y protegido, muñeco de otros iluminado, correrá a inaugurar el primer árbol, ¡

       Chico ¡ es una rama!

¡qué hostias! da igual, otros obreros seguirán igual de cansados, más desesperanzados, tan, ahora ellos, péleles para aceptar una rama como arboleda.

       Ya, los Luis Súarez, Ecologista en Acción y los Félix Arias, del club de Debates y las Montse Galceran, seguirán presentes, pero habrán desaparecido y necesitaremos a otras, muchos que hayan mandado a paseo todos los artilugios que están preparados para explotarnos las neuronas entre los vagones de un metro, sin ojos que miren al otro y a estos nuevos, les enraizará aquellos y los regaremos para que hayan puesto en cuestión todos los apriorismos que se insertan en las teles entre barbitúricos y cientos de kilos de maquillaje en presentadores y, también, en la verdad, para esconder las arrugas de las medias verdades, mentiras.

       Una vez levantados los árboles, las tierras removidas se posarán sobre los turistas que no aman la ciudad, pero si necesitan decir que han estado, por ejemplo, en Madrid. Esa tierra, se le meterá en los tuétanos y allí, anidará. Ahora si podrá decir que es un madrileño más y a cambio, se conformará con una tienda de campaña donde pasar esa breve visita que se le ha impregnado en lo más profundo de la pelvis, como una ladilla.

        Bob Dylan, cantando  Murder most foul, nos recordara como estuvimos a punto de dejarnos asesinar por todos esos voceros de la especulación.

         No llegamos a ir a nuestro Dallas y evitamos ir conducidos a nuestros matadero por los asesinos mediáticos, políticos, especuladores constructores y los bancos que daban la ultima fuerza para apretar el "trigger". Creamos una ciudad humana, equilibrada, sin las pancartas posters de los mercenarios, amenazando al abuelo o al migrante, de la Honduras que dispara a quien se opone a otras especulaciones que acribilla los pulmones selváticos.

         Quebranto, próxima estación, donde bajar nuestras rutinas, donde mostrar que somos y seremos porque fueron

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