En las tres grandes pruebas ciclistas, se está tres semanas pedaleando. Juan ha subido algunas de las cuestas más inquietantes que ser humano pueda enfrentar.
No fue por carretera. Tampoco parece que aquella pista le fuera dura.
Sucedió aquel día, al salir de una sala, donde le habían revelado todo lo que debería sufrir, no él, sino uno de sus seres queridos.
Encendió el cohete del amor y no le aceleró, sólo espero que le fuera llevando por los diferentes planetas en los que deberían encontrar un respiro. Ser un viaje compartido, les permitió ir mirándose a los ojos para que vieran los lazos en los que estaban unidos.
Fuera, cuando miraba al espacio de reojo, tan negro, tan boca infernal le parecía como que podrían ser tragados en cualquier momento.
Dentro había mucho calor y cada nuevo emprendimiento a un interminable nuevo y desconocido cuerpo celeste, le angustiaba porque tendría abordajes a momentos desconocidos y desesperanzadores pero la seguridad que podría tocar la mano que le sonreía con los dedos tocando una nueva melodía de encuentro.
Había estancias en alguno de aquellos sitios que parecían se tragaría aquella unión. Todo era mareante, las cuestas se hacían más verticales y el ánimo parecía ser golpeado por pequeñas piedras que se desprendían por el paso del horror que iba delante de él.
Con el tiempo, todos se se habían acostumbrado a ponerse cascos, que las parasen, pero estas parecían poseer manos y dedos para introducirse en las llagas que les herían en aquel instante.
En alguno, frío, pedregoso, paraban y el oxígeno parecía tener puñales con el que les herían los pulmones. Miraban cada poco tiempo, por si pudiera haber alguno pequeño respiro a tantas heridas abiertas y no, no encontraban el alivio de un instante de paz.
Aún así, tenían la capacidad de hacer despegar la nave, de adentrarse en los abrazos que les impulsaban a continuar y el universo que parecía tan depredador, se sometía a las músicas que generaban aquellas luchas y encuentros. Porque siempre aparecían seres que les podía aliviar aunque fuera un atemporal tiempo en el que regodearse de vivir y descubrirse en ese viaje
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