viernes, septiembre 20, 2024

Centros

  Para centros, los que hacíamos debajo de la ventana de casa. Algún cristal cayó y broncas de mis queridos Ángela y Pildoro, también.

   Ahora coges una mercenaria, te la pones delante y ya te proclamas tú mismo, centro.

    Ya lo anterior da una pista de las limitaciones y de las engañosas apariencias, pero te pones estupendo y descarado y te ponen hasta en la tele o cuadro familiar, en la primera hablas sin parar, no porque tengas algo que contar, sino para que el de enfrente no te deje en ridículo. En el segundo, la foto te la hace Juanito, el corrupto, te pone delante, te hace sacar los codos y tú, pareces nacido para la posterioridad aunque esa foto, se meta en el desván en la revuelta, no en la de Broncano, que no está para esos menesteres de dar la oportunidad a los falsetes.

    Ella subió por el piso con una cadencia que la hacía aún más especial. Miraba como para destronar a un idiota y para compartir con quien descubriera su calidez. El tiempo la había enseñado que con sus ojos podía encender una fría sala. Luego invitaba a entrar a ciertos animales y ya, en ese lugar, se caían todos los muros y nacía la música.

    Para encontrarla, se tuvo que salir de aquel lugar cómodo que llaman de forma irónica, el centro. Se fue a otro pueblo y allí, buscó que hubiera un libro sobre el que pudiera pulsar las notas que definiera aquellos ojos oscuros, brillantes. 

    Se echó en manos de Elsa aquella mujer que abrió los cielos. Ella, sabía como se rellenaban los pentagramas por donde se mueve un val nuevo, el de la delicadeza en la elaboración de cimientos sobre los que puedan brillar sus sueños.

    La lluvia calza un campo que ya estaba a punto de abrir su boca porque el sol había consumido todo el agua, como si hubiera atravesado un desierto. Sobre el rostro, regalada, agradecida, algunas gotas que se deslizan ansiosas de llegar a unos labios carnosos, suenan los agudos y ensalzan la armonía que se ha posado en el rostro y los días, lo irán esculpiendo; lo externo, da la sensación de aposentarse sobre una profunda humanidad que podrá derramar sobre sus seres queridos

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