Matt recomendó unos arreglos; lo hizo con una sencillez pasmosa y además resultaron ser trascendentales para el éxito del nuevo montaje.
Algo está pasando en el piso de arriba. Nöel no se puede concentrar para escribir sobre el nuevo texto de la novela; decide utiliza el ritmo de lo que está oyendo para escribir una canción. Su estribillo es muy estridente pero las estrofas llevan tal cantidad de veneno como para aturdir un elefante, tanto que teme que cualquier petimetre lo utilice para luego asestarle nun tiro traicionero al calmado animal.
Cuando percibe que ha caído un silencio sobre la imaginación que le tiene enfrascado en la terminación de la canción, decide dejar lo escrito, sobre un lado de la mesa, el izquierdo que es donde suele dejar sus ilusiones; en la derecha, deja las facturas que de un tiempo a estar parte, se han hecho más grande, el montón que el de sus ingresos; todo porque escribió sobre la vida de una cabra que tras una agitada carrera, haber subido por los peñascos más verticales, quedarse en ellos, desafiando la gravedad y el acoso de varias manadas de lobos que, aunque hambrientos, bestializados por una época donde la caza se les había complicado hasta unos niveles increíbles, había decidido ser psicóloga de la clase alta.
En la historia, se narraban todos los esfuerzos que aquellos perros hacían por tener el control de aquellas equilibristas chivas; hasta el punto que a los más inconscientes, por su hambre, por mostrarse los más osados de aquel grupo de raposas, los habían contemplado, cruzando la mirada en su caída, despeñados por la atracción de la gravedad.
Contaba que por aquellos perrunos trágicos momentos, la cabra había vuelto a bajar y poder pastar por aquellas praderas.
En mitad de sus recuerdos, de recordar el episodio donde un rebaño de cabras siguen a un cabrón que las hace misioneras de un nuevo orden mundial; los vecinos parecen haber retomado su agitación. Sabe que al hijo lo han llevado al colegio y a la pareja, cuando se les ha cruzado, los ha visto que se comían entre ellos por el deseo y en algun cruce esporádico de miradas, intuyó que le invitaban en una complicidad por si quisiera participar en alguno de sus juegos. No ha sido este el día; se le viene una imagen muy borrosa, del último día del año, en el que venía achispado de uno de los multiples vermuts que se sucedieron y apretando de forma, quiere pensar que fortuita al piso de la pareja, estos le hicieron entrar hasta su habitación. El niño había salido con los abuelos, para ver el belén, mientras ellos tres lo montaban por un tiempo indefinido para él, en aquella enorme cama. A todo ello, no le da mucha importancia porque podría ser un sueño, un deseo cumplido, o una realidad, como la de salir, quince segundos antes, que aparecieran por la puerta, abuelos e hijos e incluso, la intuición de la abuela lanzará una pregunta descendente, ¿eres tu Nöel? que por supuesto no contesté porque no consideraba que hubiera realizado la tarea de traer regalos a toda la familia, que es lo que debiera hacer Santa Claus, nunca fue bueno ser selectivos, como aquellos lobos, tan sedientos de sangre y hambrientos de carne y de poder. Ridiculizados en sus ansías, por las plasticidad de aquellas cabras, para esquivar tantos zarpazos, aunque cayeran pocas, siempre demasiadas, en alguno de sus aquelarres.
Cuando reanudo la escritura de la historia de traiciones, dependencias y alucinaciones, todo lo que sucede músicas, voces, llamadas, gritos fluye en mi cabeza; me ha costado pero mundo superior, quizás el real, que habita en el piso de arriba se ha diluido, ahora una mujer le hace ver a su marido, como la hija les ha roto la cuarta pared y todo el escenario que les marcaba sus actuaciones están siendo rasgado por el cuchillo de los hechos y la hoz que siega las malas hierbas que nacen de los bajos de esa pantalla.
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