jueves, enero 25, 2024

Escarpados sueños

Encuentro el esfuerzo realizado como un impulso para llegar a la nada por el camino más entreverado que me han ofrecido. No me quieren, lo descubrí y escuché la voz de un nadie que me lo decía; en aquellos días, cogí un sueño y viaje a la isla de la oscuridad. Vagué durante horas buscando algo o alguien que fuera un espejo, mi espejo y me diera cuatro achuchones, un abrazo y para adelante.

  Lo último es lo primero que encontré, lo fui labrando entre todas mis inconsistencias; estas aparecían una y otra vez, para machacarme con aquella voz, que ahora, ya era nada y que preveía que quien la modulaba entonces, ahora fuera sólo eso, un sonido, sin más verdad, que su sólo yo, entristecida, abandonada por la belleza física de la juventud y sometido al silencio de su cuerpo envejecido, como entonces lo estaba su mente; aplastada entre las brumas de una pared que no serán los oídos que la dieron alas para ser estúpida crítica desde su podredumbre de no encontrar en ella misma, lo que, en apariencia criticaba como carencias en los otros. 

  Era ardua la tarea de quererme, eso si era verdad; unos días, se sucedían palabras que no comprendía ó números que se saltaban mis reglas. Me miré y quise quererme; a lo que me angustia, a unos los fui cantando, a otros coloreando, colocando entre mis pasos, que bailaban merengue, porque mi cuerpo, mi mente ya empezaban a liberarse de aquella isla en donde me dejé postrarme por una voz esclavizada en su apariencia.

  Cogiendo mi propio barco, asaltaba olas, o las surfeaba según quisiera, dándoles mi timón, mi ánimo y el sentirme que nadie me lo iba a coger.  Sentí que navegaría y que quedaría contenta porque aunque vientos me hicieran alargarme en la travesía por hacer mil trazadas;  marejadas, me empaparán de lágrimas porque yo no veía nada, aunque sirenas o hades me susurraran: abandónate, déjate ser ¡nada!. No dude porque aunque viera miradas que como puñales lucharán para que me quedará en aquella quietud, aislado para que fuera al altar del sacrificio de aquel: "Confórmate con lo que la voz te otorgaba".

   Decide no quedarme ahí, y si mirar a lo que te angustia, veía que cuando recorría caminos, y conseguido algunas Itacas, sería consciente que de aquella isla saliste para ser yo, mi amado yo, en el que confiaste y alrededor, a estribor a babor, en proa, en poca en ese barco te acompañan tus seres queridos. Siempre, ellos si te querían por lo que eras, por lo que llevabas puesto y ahora, aquí, empieza tu viaje, vístete de tus estrellas, de tus sueños.

    Ellos te irán dando mañanas, tu mañana y no dejes de amar los instantes, los duros, los tenebrosos, los bellos, los que te hacen tú, por encima de las miserias de los otros.

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