martes, enero 09, 2024

Una habitación salpicada

 Permanecen cinco personas en una habitación; desperdigadas entre tres de los rincones y la zona centro. Entre ellas, no parece existir comunicación. 

   Al silencio le golpea, de vez en cuando un suspiro y una frase rápida, pero entrecortada. Los momentos de gemidos cada vez son más próximo, pero la repetición de la sentencia se hace cada más lenta y el sonido más bajo.

   Si alguien quisiera encontrar un lugar idílico no sería este.

   Fuera, rompiendo la cuarta pared están los espectadores; a estos les han concedido el privilegio de poder dar tres ordenes sobre los protagonistas.

   El primero, en su esquina, mirando hacía las paredes que le pudieran oprimir, parece refugiarse de la somanta de zascas que le han dado por su petulancia hacía quienes entrevista. 

   ¡eh, amiguitos! les exhortan a loos dos que permanecían en el centro para que se cojan de las manos y empiezan a dar vueltas; dan una imagen tribal, con los focos proyectándoles auras, parecen los Sumaristas que para explicar una reducción en las sobrecotizaciones para que los parados mayores de 52 ( a los que nadie va a contratar) tuvieran una pensión digna. Quería marear a sus interlocutores, pero caen tumbados de la pesadez de sus mentiras y las vueltas que dieron a sus neuronas.

    A los dos que quedan, cada uno desde su esquina, les animan a que se lancen improperios. Uno le dice: tonto el haba que no te enteras, que si ilegalizas los partidos corruptos, nos vamos todos a tomar por saco. El otro, haciéndose el ofendidito, calla y aguanta mareas, como quienes nos votan se someten a todo tipo de vejaciones a los que se puede someter un cerebro. Dales pienso, como nosotros te atiborramos a tí para que toda la sarta de mentiras expelidas sin ninguna vergüenza pueda sedarles.


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