Rocío habla de Anita, esa mujer luchadora de la cuenca minera de Asturias que luchó por dar dignidad a la condiciones de trabajo y de vida que tenían los trabajadores: tener duchas calientes tras salir del pozo, ropa de recambio, porque allí, en aquel verde universo, la lluvia era el beso de despedida o de amanecer para cada una, en la mayoría de los días. Eso, en algunos momentos, era todo; luego había mucha más cosas, porque daban riquezas a los patronos que no respiran el grisú y que a ellas les encaminaba hacía una muerte lenta, pero mucho más temprana.
Riqueza y vida para los que dominaban por aquellos pagos, malas condiciones económicas y recorte en las esperanzas de acompañar a sus seres queridos para quienes extraían el motivo de su riqueza.
Miley, político que dice que no hay que confiar en estos, en él, pensaríamos; y que aclama a los explotadores para que muevan el mundo, en sus palabras derramar odio como forma de vida para enfrentar a unos con otros.
En la sala se forman cuatro grupos, uno en cada esquina, cada uno tiene seis personas que están en dos filas, 3 delante, 3 detrás.
Es un simple ejercicio, lo había concebido como eso. Deben hacer los cinco pasos de aeróbic que hemos aprendido. No es fácil enseñarlo; todo es muy lento, se necesita un esquema previo y que ellos lo vean.
Alguien ha dicho en días anteriores, que ellos necesitan verlo. Si, es verdad, vivimos en la sociedad de la imagen.
Avanzamos con pasos de elefante y con vuelos de inquietos mosquitos que producen dolor de cabeza. Desde las cuatro esquinas, en un lado se forma un sólo grupo de cuatro filas que se han ensamblado. Enfrente, en el otro extremo, ha pasado lo mismo.
Antes, ya se les ha avisado que tienen que amoldar los pasos para que nada se descomponga y que formen un solo grupo; que serán dos, pero que cuando cada grupo vaya hacía el centro de la sala, llegarán ya sí, a formar uno. Se van dando cuenta, van comprendiendo, vas aprendiendo, porque no lo habías hecho ninguna vez este año. Ojalá menos tiempo, para llegar a hacerlo, una realidad de llegar.
Cada uno, se va a diluir en una pequeña parte de un gran grupo. La tentación es pensar que no eres nada, que nadie se va a percatar de tu gran capacidad para participar en la construcción de una nueva sociedad.
Cuentan la anécdota que cuando los Chicago Bulls empezaron a ganar los anillos de la NBA es cuando consiguieron hacer comprender a Michael Jordan que es sería más grande, cuando hiciera hacer funcionar a ese su equipo y pudieran ganar las finales entre los campeones del Oeste y del Este.
Este momento es hacer sentir a cada uno de los integrantes del nuevo único grupo que es esencial que un mal paso, o un paso tarde o una desequilibrada acción destruye el trabajo de todo el grupo.
Él, es esencial, puede que otro día, más adelante, alguien realice alguna acción especial, pero no tendrá ningun sentido si antes, él no ha creado una pequeña gran obra dando la forma que debía en el desplazamiento de su grupo.
Aquel mínimo político, será eliminado por los mismos que le pusieron, ya dijimos en otros texto, porque la sociedad confía en los bufones, creyendo que se ríen de sus amos. La sociedad necesita a cada niña, a cada persona diferente pero que forma parte de un universo. Eliminar a unos, va descomponiendo nuestro equilibrio como ser humanos.
El odio con el que se lanza las bombas fabricadas por esos explotadores que se las venden a los mercaderes que ensalzan el individualismo para que odiemos a los que siendo diferentes podríamos crear una convivencia que se nos hace necesaria.
A ese ideal, lo rompen cada instante, quienes ganan creando enemistades magnificando las diferencias entre quienes tienen mucho que construir
Y sí, a cada una de las personas que están haciendo desaparecer en Palestina
A cada niña, niño, madre, padre, le echamos en falta, en nuestro coreografía de un mundo.
Stop los genocidios y la violencia del poderoso sobre quien participa en la construcción de mundos.
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