jueves, enero 18, 2024

Un cuento

 Muy escondido, encerrado alguien idea un cuento sobre un niño que tenía hambre y que años después repoblará con pinos una montaña y entonces estos retendrán el agua de las lluvias y manaran manantiales.    Al hombre le encerraron por sus ideas políticas; a los que lo hicieron, nadie les recuerda sólo que seguían las ordenes de un caudillo que sólo tenía poder porque las élites económicas les patrocinaban,  estas que dicen ahora en Davos que se les pida más impuestos, como si mi sueño se pudiera cumplir. 

  ¡Qué no, tonto!

  A nuestro autor, con una teoría social muy vigente entre quienes idean una sociedad diferente, le visitaba su mujer y a esta la preparaba cuento para que luego se los leyera a sus hijos y muchos años después, quien se había implicado en construir una sociedad diferente se lo contaba a su prole y nos lo contaba a nosotros y, silenciosos, le enviábamos corazones porque habíamos comprendido muchas cosas; una era que había pensado en nosotros, en los nadies, que aprendíamos, nos implicábamos, nos dábamos cuenta que todo tenía que cambiar porque estar de forma continúa golpeando a los de abajo, aunque, muchas veces fuera entre los que andaban por ahí también, tenía un futuro inmediato que era el que podían vivir ellos, pero iban tomando conciencia que todo estallaría, que por mucho, que dijeran que protegían la vida de los no nacidos, participaban de forma muy activa en las ejecuciones que se realizaban de muy diversa manera de las personas vivas, desahuciándolas , explotándolas, enfrentándolas, abandonándolas. 

   Defendían una libertad pero era tan suya, tan de ellos, los privilegiados, que ellos podían hacer lo que quisieran y a tí, te ponían el sambenito de que eras político, como si su religión no hubiera sido utilizada para justificar una rebelión y tras ella, ser un martillo con el que vivieron encima durante una larga dictadura gentes que se daban cuenta de las injusticias que se iban sucediendo.

    Y Raúl tan irónico como profundo le animaba a Pablo para que nos hiciera visible esa fuente arreglada, por la condescendencia de la montaña, que acogería a cabras, que serían descendientes de la que había dado su leche al niño que tenía hambre. Manu nos daba un continente adecuado, Laura y Sara nos contaban más detalles de por donde andábamos e Inna, Inna nos decoraba la vasija con las informaciones de las diversas sociedades de las que formábamos parte

   

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