Ya me ha liado la noche, salí de aquel antro pensando que ya habría amanecido pero todo lo que me iba encontrando parecía cubierto por una pesada manta tejida de oscuridad.
Como en estas noches de invierno en la que te metes debajo de todo lo que te ha sido posible poner encima; andas dubitativo, sin esperanza de encontrar una luz aunque sea la que se enciende por alguna conexión que despierta a un móvil desconectado.
En Madrid, porque alguien ha creído que la libertad que le derramaban como una lluvia dorada ante la que se abren con el cuerpo y con la boca la paladean, van a dar cabida a un circuito de coches. Tendrá éxito, muchos encontrarán unos trabajos temporales; otros, pensarán que viven cerca del cielo que en una época determinada les acogerá, como luego San Pedro; muchos encontrarán la diversión adecuada para enseñarle a sus peques la suerte que tienen de vivir en un mundo exclusivo. Habrá periodistas que sacarán números, lo magnificarán, encontrarán los lugares más cool, más antiguos, con mejores restaurantes, con mejores vistas a la vez que recibirán en sus cuentas jugosas cifras por sólo ver esas cosas, de unos días concretas; las cifras les serán dadas por esas empresas con grandes beneficios y por esos gobiernos que alegarán que hacen una gran labor de difusión de la ciudad, pero que obviarán que están patrocinando a mentirosos compulsivos, eso si, sobre sus enemigos.
Aquellos ciclistas que ganaron Tours, eran tan maravillosos como despreciables cuando se descubrieron que iban dopados. En la política, eso no pasa, si un bello edificio, tiene aluminosos, los corruptos dan partidas para que se traslade el problema, pero que siga la corrupción.
Más arriba están los que tienen el verdadero poder, esos que tienen la capacidad de poner a su bufón, que parece burlarse de ellos, sus amos, pero que lo que están en embobando a todo un país, para que se eché en mano de su dueño. Puede ser allende de los mares, puede ser en tu ciudad.
Al bufón, cuando ya se tiene alucinada a la plebe, porque así la consideras, tú, rey feudal, le puedes dar una colleja sin que nadie perciba que quien la recibe es un ser humano. Incluso a este, sabiendo quien es el pagador, la recibe como un premio.
En ese estado de cosas, igual que has validado un circuito, puedes plantearte meter 2000 coches más en un aparcamiento en pleno centro de la ciudad. Alguien te diría, ¡mira más gente! y ella, a la que quisieron despojar de toda su dignidad, te mirará y dirá, si, encerrada, porque las vas llevando donde tu quieres, pensando ellas, que es su libertad.
Quien tiene poder, y sus secuaces, lo intentan ejercer siempre, pareciendo humanos al principio, siendo vengativos y canallas cuando les has cuestionado. Lo esconden, pero ni los que lo admitieron, ni quien lo ejerce, dejan de ser unos miserables.
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