No es fácil venir de hacer piragua y encontrarte a la vecina en la puerta. Empiezo a bajar el kayak, saco mi nueva pala, estoy orgullosa de ella, aunque es de segunda mano, pero es muy ligera y buena para lo que yo voy a hacer en estos momentos. Cuando bajo la mochila con toda la equipación de agua, añadiendo mi chaleco de seguridad y mi casco, estos dos, ya obsoletos según me confirmaron antiguos compañeros de correrías; empiezo a recoger las cintas que aseguran la piragua a las barras, lo hago de una forma lenta, pausada. Ella parece impacientarse y después de amagar con irse, lo cual es un suspiro para mí, se gira de repente y se dirige hacía mí, congestionada, intentando controlarse pero a duras penas.
Estoy oyendo Eddie Vedder, Black; se lo oí hace tiempo a Isi, pero bueno Bruce, Leonard, Lou y Bob Dylan han ido llenando diferentes momentos de mis ultimas escuchas. Ahora parece que necesito entre marcha o entenderla. Por fin, me pregunta acerca de mi próxima salida al río. Intento esquivar el tema, porque es guapa, y ya a mis años, barreras las justas. No soy Nacho, pero como diría Niceto, no sólo de pan se hace el bocadillo. No me permite ninguna divagación y me insiste en mi próxima salida.
Tengo varias semanas ocupadas. Los riegos, los exámenes, una posible nueva representación zombie, pero como actor estelar y cutre, en un antro degradado. La digo que en cinco semanas creo que volveré a bajar.
Cae la tarde, la luna pugna por mostrarse aunque su luz ilumina todo nuestro valle hacía el que estamos mirando los dos. Ella dice que quiero hacerlo. Me pongo nervioso, no había previsto que mi insinuación tuviera un efecto tan inmediato; la casa está desordenada y desde luego no es la habitación que tuve en una de mis visitas a Berlín, que tenía todos los ingredientes que podrían hacer el encuentro mucho más placentero; a cambio, ahora sé que menos pensar y más trabajar.
Ella se adelanta, tiene un sexto sentido o soy un libro abierto, que también; me pide que busque todo lo necesario para que me pueda acompañar en el descenso. La objeto una cascada de inconvenientes por si tuviera el mismo efecto que las mil y una noche. Está firme y no me da margen a especulación, ni a ningun tipo de dilatación. Quiere confirmar si están destruyendo la presas, si existe un plan premeditado para que los ríos vuelven a ser ellos.
En las repetidas maniobras, sobre el mismo espacio he encontrado la comodidad de no tomar riesgos, hace tiempo que no bajo hasta la presa; aquella tarde donde de sentirme poderoso con tres largas horas de paleo, momentos más tarde, fui devastado por la pérdida de un amigo.
No la podría asegurar si ya han desmontado la presa, pero la digo que si lo han hecho bienvenido sea, porque producir energía tiene muchas formas, pero a costa de parar cursos del río, con toda la acumulación de cieno que la inutilizará un poco más adelante, con la invasión de orillas que son anegadas perdiendo flora y fauna, no me parecería lo peor que podría pasar.
Ella, empieza a añadir que si dicen; yo, me pongo un dedo sellando mi boca, mi sonrisa más abierta y la digo: vamos, como queriendo coger el presente y su cuerpo tan deseable; ella, se vuelve y me dice: ok, entonces dentro de 5 semanas a las 17h. quedamos.
Cargo mi pala, mi kayak, mi mochila y me pesa la decepción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario