viernes, mayo 05, 2023

Equilibrada

 Cuando salia a tirar basura, un poco antes de llegar el camión de la basura, queria que mi vecina me viera como una persona equilibrada. Ella aprovechaba para aparecer por la puerta y hacer como que no me veía.

  Yo me acompañaba de un libro y le daba una pequeña hojeada, distraído; ella, al quinto día, sacó una silla. Me extrañó, abandoné mi lectura porque Sergio Fanjul afirmaba que tampoco es tan cool leer.

  Había empezado a tocar el saxofón y pensé que su maleta me podía servir para sentarme.

   Ella, por unos días, no apareció. Yo iba a desistir de sacarlo porque a mis otros vecinos no parecía entusiasmarles conocer el origen de sus despertares a media tarde. Cuando vi que ella había vuelto, me animé a sacarlo por última vez. Ese día habia tenido mucho jaleo en la casa. Me dio por limpiar y acumule tres diferentes bolsas que me ocuparon las dos manos, a la hora de sacarlas; en una de ellas, además, acumulé la funda de mi saxofón. La dejé a un lado y me dispuse a arrojar la basura a los contenedores. A la vez, vi que ella salía, me apresuré, su silla no estaba. La echaba en falta, olvidé el maletín. Me acerqué, si tenia la silla.

  Alguien se llevaba la funda, le miré, llame su atención. A la vez, temía perder la oportunidad de hablar con ella. Carlitos de María Ponte estaba empezando una seguidilla con su guitarra. Ella carraspeaba como para empezar a entonar.

  El fugitivo pareció dudar; la pelota que había jugado, había dado en la red y como en la película de Match Point de Woody Allen parecía no definirse.

 No lo confíe a la suerte. Emprendi un zapateado y un, dos, tres, aquel huidizo ladrón, terminó de parar. Eran las 9h30 de la tarde; el sol parecía querer ofrecer más y diseñaba un cielo de naranjas y rosas que mostraban su zumo y su aroma.

  Empezó a cantar; no como si hubiera sido detenido. Era su otro yo, el de Camarito de la Ensenada. Dejó el saxofón a mis pies, su voz marchó con las estrellas y su hondura es la que entró en nuestras miradas.

  Algunos días prescindimos de la música, porque nuestros cuerpos se sienten instrumentos y nuestros cinco sentidos dioses para producir orgasmos

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