Están enfrente, son dos duelistas sin plan B; sus palabras tocan la punta de su lengua; están a punto de disparar frases finales para proclamarse vencedores; sólo tienen una oportunidad con una sentenci; después caerán en un vacío, infinito eterno, incluso el ganador. Son conscientes que se van a inmolar por su gran causa
Han llamado a todas sus huestes. Estos, miran, con curiosidad porque nunca percibieron al otro; el resultado será siempre ganar para las dos opciones; apostadas en ventanas, muros o jardines. Sus ojos braman, serían capaces de despellejar al contrario, unos se inyectan botox, ellos se inyectan en odio las puntas de sus sangrientos dedos, por si pueden ayudar a su mesías
Los duelistas no tienen miedo, son fruto de sus dueños, y llevados en volandas por todos aquellos que les adoran. Se han arrojado a la tablas del escenario con una decisión suicida.
Miran y no ven, su mundo es interno; han conseguido que, además, los telespectadores contemplen un duelo bajo los focos del espectáculo de un campo de fútbol, con el enemigo enfrente. La muerte, incluso del suyo, la aceptarán, en una apuesta, aunque nunca ofrecerían la suya, como parte de ella, prefieren ser siempre guiados.
Nunca pensaron en contemplar al otro, solo odiarlo; cuando todo pase se liberaran de las cadenas del nido donde han anidado sus pensamientos, empollados para ser tutelados. Es, también, una pequeña muerte, como el orgasmo, quizás porque enseguida dejarán anidar, otra vez, sus perennes sometimientos.
Se levanta una afilada lengua; Charlie pide honestidad al escribir, a sus alumnas, en "la ballena". Es transparente a la vista de ellas, brillante porque les pide romper su corazas, en lo que les demanda.
En nuestro extremo, alguien nos alimenta el sentido de culpa; nos acerca una Biblia para que nos entreguemos porque alguien nos aparece en su misión salvadora; miramos, lo que fuimos como para renegar, como para ser atados a nuestras bajeza y llega la aterradora ayuda para negar aquella, nuestra felicidad.
Al fondo, Trump gana las primarias republicanas.
Charlie, enfrente, renuncia a ser ayudado en una sociedad mercantilizada. Ya llega aquí, lo privado, una mujer huye de pagar, aún con su precioso seguro privado, aborto, parido, antes de su hijo nacido.
Dispara el mercader, se destruye la honestidad, a través de un clic de un móvil ansioso de likes.
Está muriendo lo social; disparo con precisión.
No renuncio a ver al otro.
Aquel reclama arribas
Moribundo, casi desaparecido, soy y me rehago; destrozando lo miserable; el duelo se reanuda. Desde un palco se dispara a discreción, impúdicos dioses que nos imponen postraciones como ovejas en una vía donde poder ser arrollados a discreción.
Darren, director de mi baile en siete tiempos por explorar. Me arrastro hasta explorarme en los actos para aprender a volar.
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