Llegué a la mitad de un año intenso descubriendo el sonido del saxofón, avanzo, repitiendo caer en la mediocridad. El solfeo, el ritmo, desmenuzar cada compas, parecen los pasos necesarios para crecer. Alguien anuncia sus seis horas diarias con un piano para adquirir el cuarto grado profesional. Pensar en ello, es olvidarte de la capacidad de tus pasos para llegar a emocionarte descubriendo lo que tenías dentro.
No existe futuro si sólo navegas por las notas que asoman al exterior; pero no conoces como fueron poniendo los diferentes cimientos para evitar humedades y otras destrucciones.
Llegaba al coche tras un nuevo día en el trabajo; me disponía a abrirlo sintiendo que dentro se había acumulado todo el Sol, que parecía odiaba nuestra existencia. Puesto en marcha, y disponiéndome a atravesar la puerta del parking, me di cuenta que lo que había atravesado otra dimensión; al girar, no encontraba la palmera que se nos secó con la Filomena; a cambio, tras unos kilómetros, pude acceder a la montaña por la que me solía perderme hace unos años, cuando el kayak de montaña era mi contacto con la naturaleza.
Ya la cantidad de agua era exigua y dudaba que no pudiera bajar ese río con la habilidad con la que lo hacía hace tiempo. Cogí mi chaleco obsoleto, mi casco antiguo y el barco que ya bajó la Durance; ahora pareció que iría dando golpes con las piedras que iban jalonando el descenso. No fue el caso, la presa que alguna filial "inocente" española, preocupada por su lucro privado e ignorante del daño que se hacía a la población que durante siglos habían dependido de aquel caudal, no se había construido porque se descubrió un audio donde los poderosos de aquellas tierras y los quijotes que habían partido en rocinantes apulgados, tapados por ostentosas monturas, estaban acordando su enriquecimiento y lo poco que le importaba aquel paradisíaco lugar.
Pasó lo que tenía que pasar, pocas veces, que quien debía dar la noticia manipulada, tenía el pinganillo, no se dio cuenta que lo tenía bastante estropeado y cuando en la televisiones del "vamos con ello", aunque sea muy tuno, lo pusieron, pese a que no le cuadraba el contenido porque estaba sin manipular; esperando ordenes, escuchaba sigue, sigue, y aunque le pareció oír unos grititos, quien daba esos mandatos era el jefe y no puso en duda la potencia de este; ni cuando descubrió que este andaba en un encuentro sexual ni cuando fue despedido ipso facto, tras unas horas, donde la población tomó conciencia de lo que se labraba a su alrededor.
Cuando sacó la llave del motor de arranque, porque la música clásica de esta época me ha invadido, me doy cuenta que es el garaje, donde, a veces, el saxo se queda sin quien le sople.
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