Continúe durante un tiempo, hasta hoy, porque no parecía lógico desaparecer del todo. Mi caballo, desaparecido, mi cabello ensortijado, desaparecido, mis cartas a ella, desaparecida, ella, sin rastro de mi amor loco. Fue cuando tuve conciencia que a nosotras, también nos desaparecían. Que el buenismo tendría incidencia en las elecciones locales, donde ser guay podía cotizar, porque no se molesta a quienes mandan en lo local; más o menos. Todo está establecido y las inercias vienen de arriba que siguen besando los anillos.
Madrid, es un pequeño estado y quién cree estar de broma con el que todos son iguales, va comprobando poco a poco, como esa sanidad pública le desaparece y él también, para ella. La culpa siempre puede ser del chachachá pero si la mano te la cogen ellos y te llevan por el precipio, quizás sea porque no has querido aprender por tu propia cuenta y eso de dejarse puede ser muy bueno pero si luego tú también a llevar la batuta hacía lo que te gusta.
Ahí estás, mientras oyendo que los rayos que emite la televisión de Pablo Iglesias lleva productos nocivos, te encuentras postergado en un sillón quebrado la atención médica es vergonzosa; claro, claro, por eso de las emisiones.
Y si, quitas a Podemos de la parrilla televisiva, porque pudiera ser nocivo y mientras el Santander consigue que sus propuestas para ayudar a la viviendas, las ponga en marcha un gobierno socialisto que no tiene nada que ver "a mi que me revisten" con esa misteriosa evaporización de derechos en una sociedad.
Y si, la publicidad en las privadas y en la subliminal de las públicas mantienen programas para los presentes, ya lo decían los que mandan.
Los otros son los desaparecidos que además, tienen la culpa de todo.
Mientras en el chachachá, nuestros pasos son sobre el precipio, también andan por ahí, los que ven rayos a María o catódicos con veneno
Para no callarse vamos
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