miércoles, mayo 03, 2023

Hasta que se seque el Malecon

 En ritmo vacilante me muevo hasta la orilla, dudando si los personajes de Jonathan Franzen serán los seres que habitaron los setenta en Estados Unidos, pero también los que viajan hoy para sobrevivir en un mundo hiperviolentizado. 

  Paisajes humanos trazados con una escritura precisa en las descripciones. Albert Camus parece habitar en las razones que forman los hechos de los personajes. 

  Clem busca restaurar las posiciones de las piezas de un ajedrez. Una paloma, dice Antonio Maestre, se eleva desde un patio cercano. Ha comido y piensa que todos los personajes que tienen ahí, un orden, pueden ser potenciales enemigos. Parece torpe, puede ser una representación de la de la paz; cuando podría elevar las patas y evitar descolocar el rey, el alfil, las torres y la reina, ya que ella se ha satisfecho, las utiliza para tirar, destrozar cualquier atisbo de juego. 

  Prosigue el periodista, ese ave, diseñada entre la belleza y las insidias es fruto de todos los alimentos que le han ido proporcionando para su supervivencia y podríamos decir, la de su nido. Ha aceptado lo que la han ido dictando, ha volado raso, alto, en círculos, soltando todo el ácido que se ha producido y  acumulado por esas comidas tan nauseabundas. Tiene un estómago que desharía los efectos perniciosos del tequila en su cerebro, aunque en sus momentos de soledad en público, muy pocos, porque la cubren con un manto invisible de asesores y correveidiles deja asomar los efectos de su vacío existencial y la de la maldad de los alcoholes.

  A cambio de las prebendas, la pintan como la de Picasso, como la de Abraham, pero Antonio la compara, a Isabel, como la loca paloma que destroza el tablero de ajedrez, porque donde ella no puede ganar, no se juega.

   Muchos, demasiadas familias, miran la tele y les hace gracia la sinvergüencería. Se creen parte de ese mundo; igualan a todos en los malo, porque se dan cuenta, claro que se dan cuenta, de las barbaridades que les sueltan. 

   Una vez, todos igualados, se echan en sus manos, y en el caos, van perdiendo todos sus derechos, su sanidad pública y la vida de otros, que a ellos, parece que les diera igual, como a ella, y a quienes la dirigen que nada les va a parar parar conseguir el poder. 

   Las piezas caídas, ella de procesiones mediáticas y religiosas; los demás, asombrándose de lo que es capaz alguien, si a cambio recibe protección y dinero.

   

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