En una situación dialéctica, debatir se plantea como una consecuencia lógica. Parece necesario que quienes han aceptado esta situación tengan unas normas lo más claras posibles. Primero el respeto a las personas que defienden una idea, de las que vas a hablar y a las que no se debe animalizar; es condición necesaria.
A partir de ahí, se admite que se rompan los marcos ya establecidos en los que una de las partes quisiera que se desarrollara este debate (admiración por Santiago y Carmen que durante años, han situado a su alumnado ante los debates filosóficos).
Es fácil aceptar lo que tiene éxito y denigrar a los que pierden. Pareciera que el marco;¡qué bonita palabra cuando todo pasa bajo esos tres palos!, es la mejor manera de meter un gol. Todo el mundo piensa que cuando mencionas eso, estás hablando de fútbol.
La cabeza la tienes baja; meditas todas las equivocaciones que pudieras haber comeotido. En esa situación podrías chocar con un coche aparcado en el arcén o no ver como la narrativa construida por los demás te puede poner en el escenario de desconfianza total de tus compañeros hacía tí, como jugador y persona (en La Base, hoy, hablan de Lula que defiende que Venezuela construya y defienda sus propios logros sin que sean otros quienes creen esos marcos, mientras Boric, presidente de Chile, proclama que todo lo afirmado desde prensa mercantilizada, es verdad).
De repente, saliendo de esas reflexiones, me doy cuenta que esos tres palos no me encierran por abajo, que se liberan hacía arriba y que no tiene techo. Nadie me impone nada.
Conozco quien se vanagloriaba de destruir a Monedero, quien sabía que los informes eran falsos y elaborados por una parte de la policía, que es corrupta, quien acoge entre sus tertulianos a estafadores que se dicen visionarios de aquel 15M y que devinieron en siervos de los grandes conglomerados.
Sé que lo opción es perder, y en particular, ser pasado por el anonimato y en el grupo ser tachado de intransigente y rompe consensos, pero sigo el relato de Lula, para seguir trabajando por ser consecuente conmigo mismo.
Me alejo de los que dicen que ellos son neutrales, pero son como "newtralivers" seres que examinan sólo desde una parcialidad obscena la realidad para entregarse a sus mismos votos. Será doloroso, volver a deshacerse, pero ya no confío ni en quien ha creado escisiones para ser manejados como arietes, por los Ferreras y otros especímenes de creadores de "sus relatos" mercantilizados, ni en ese psoe, colonizados por vividores que convirtieron su militancia en su forma de vida y que se alimentan de una alternancia, por un lado y por otro, de una banalización de los que podrían poner en evidencia que su compromiso con la izquierda es un escaparate difuminado en el que los claroscuros van a ir tapando todas las políticas no realizadas que se necesitan para atender a la ciudadanía.
En ese tiempo de escucha en una cena sin asientos, como me gusta, como respeto, encuentro un momento para que salga todas las acciones de las que soy consciente que han conseguido que esta sociedad sea mucho mejor, y que han sido denostadas de una forma cruel, por los seres salvajes a los que se alimenta desde lo público, como paradoja.
El salario mínimo está ahí; los derechos que ayudan al diferente y no perjudican a los demás, han ido saliendo; los ertes, salvaron economías y vidas sin miramientos por las dificultades para devolver lo recibido; desde lo nacional, no se cálculo si los ancianos, lo eran más o menos o si los medicamentos podían ser tan caros como aquellos que no se quisieron comprar para que ciudadanos, no hubieran muerto de hepatitis C. La vivienda, mercantilizada hasta ser una arena movediza al que te empujaban los Blackstones o otros fondos de inversión, en el que pueden estar arrodillados seres que sin embargo, no ven como ser desahuciados los empobrecidos de una sociedad.
Debatir, confrontar es importante. Desvanecerse al grito "de batir" poniendo un larguero a los que queremos el cielo. puede ser otro tiempo para seguir diluido en la irrelevancia como ser humano o de volver a estar en la calle, para volver a ser señalado como un outsider.
Pero el relato, habrá sido mío, porque me siento parte de un gran grupo que decidió no vivir encadenado, también en su cerebro.