Cuando rebusque durante toda la tarde su figura, nadie, ni nada parecía poder aportar ningún dato acerca de su fisico
En el bar, los parroquianos habían oído hablar de él aunque su ser había quedado reducido a la insignificancia por el tamaño y significado de un libro, que llevaba mitad escondido, mitad descuidado.
En la librería donde supusieron que entró, todo era especulaciones sobre quién de los cientos que habían acudido para comprar el último libro de Laura Fernández y algún flipado, que parecía leer a Chuck Palahniuk, podría ser el culpable de aquel bestial rapto de ira sobre un objeto que apenas había quedado identificable.
Todo fue producto de un chirrido, tan penetrante que pareció derretir la mente de aquella comunidad.
El origen de aquella desmemoria tan de grupo, tan profunda, podría compararse a estar frenando con violencia un AVE ante un puente derruido.
Lo había intentado indagando por detalles que siempre se muestran en el andar, en una ropa determinada o en un aspecto de su pelo.
Un trueno rasgó un papiro en el que se había sumergido con el fin de identificar una inscripción.
Un pequeño tornillo, de la forma de una aguja, era el hilo que seguí para conocer primero el mensaje: ensenyar pensament critic, de bell hooks.
Indagué y ese día solo había comprado el libro en una tienda de Barcelona una persona; alegó el vendedor que él no lo había atendido, que aquello funcionaba como un colectivo y no podia saber quien habia atendído a eso persona en particular
Fui duro con él, le empecé a contar una historia sobre el empoderamiento; era mentira pero leyendo a Palahniuk, había entendido que tenía que seguir para adelante con cualquier historia.
Soltó un sollozo y por ahí, "entre a saco". El hombre llevaba una melena, me comentó, en una bandolera parecía llevar un instrumento y andaba desesperado. Nos volvió locos, con sus idas y venidas. Hablaba en circunloquios.
Nada, le calmaba. Se preguntaba que podía provocar tal caos. Llevaba una buena época, con sus fallos, sus esfuerzos y aciertos que le era muy reconocidos. Pero ahora todo era soplidos, vientos, aire. Tristeza al fin y al cabo.
Confesó que había destrozado aquel instrumento, pero en el tudel vio aquella aguja y comprendió, tarde el motivo de su desazón.
El inglés, porque era guiri quien me atendió, dijo que era mejor que no indagará más.
La inscripcion tenía ese origen y el libro el que él había recomendado a aquel ser que buscaba
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