Cuando me compro una casa, me obligo a tener una conducta que sería otra, si viviera con un alquiler controlado por el Estado. Algunos opinan que ser España, es para los prospectos, las lágrimas y cantar a voz en grito, pero no, nos unimos, creemos muchos, porque esos actos son las raíces comunes de gente muy diversa. El problema es cuando muchos creen y adoran a quienes buscan ser dueños del alimento que les llega.
Soy un ser individual, como quien decide atentar contra la vida de otros; pero me siento parte de una comunidad para poner a la luz nuestra fuerza ante quienes hablan de ese individualismo, conscientes de haber sido favorecidos, o por sus antepasados, o por traiciones o por haber pasado a formar parte de quienes ganan, aunque estos lo fueran con la ayuda de reconocidos regímenes asesinos.
Suceden muchas cosas en el mundo; que un coche con licencia para arramblar, entre en un carril para taxis y autobuses, subiéndose en bordillos y pasando cerca de peatones que están esperando a ser recogidos, esto pudiera ser un montaje, o pudiera ser el nuevo lenguaje de la violencia de quién se ve favorecido por políticos salvajes.
A Roberto Bolaños le leí, en uno de sus libros, cuando no había caído en las redes de lo inmediato. Cuesta retomar ese hábito como a los árboles les cuesta volver a su fuerza anterior si durante una época se les esmocha con una saña que no tiene en cuenta su necesidad de toma de energía.
La energía que tiene la policía para apalear a un ciudadano negro debe tener raíz en la desigualdad que se está haciendo más patente. La inmensa riqueza de pocos consigue que sea admitida por unos seres individualizados que creen que los que han sido empobrecidos son el problema.
Seres sometidos a la riqueza que admiten la violencia, que les deshumaniza, sobre los desfavorecidos.
Como con la droga, buscan penalizar lo que aparece pero se olvidan del porque de la demanda y el porqué de la precariedad.
Violencias entre vidas en lucha. Una mujer enriquecida, a cambio, puede burlarse de la dureza de su vida para que la oigan los anteriores, que ya llevan años instalándose en la calle, sin que por ahí aparezcan quienes defienden la vida y son mantenidos por más grandes fortunas, en un círculo infernal que encierra y ahoga a los sin recursos
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