Los lunes terminan como cuando llega el ayudante del sheriff a ayudar a este, en el libro de Tom Spanbauer. Entre los dos, ayudándose de su desvergüenza, hacen que la vida de los demás sean más difíciles
Y todo porque el profe me pone enfrente al pentagrama; mejor dicho, a las cabronazas líneas que después de un rato empiezan a tener vida en mi mente, se convierten en toboganes para niños que se tiran a la vez, o cuando otro sube. También en escaleras, con pasos deslizantes y alturas sin techo.
No digamos cuando se ponen como las barras de los bomberos, por la que se me deslizan los do, hacia el si, dando a los la; aunque en lo vertical, cuando a su 90 grados, un re se retuerce, hacia un mi que enseña el culo al fa; ahí, ya se me revuelve el sol, con el la y no sé si me piden hacer un trio o el 69, pero la barra, entonces parece deslizarse en unos fluidos que me hace pegajosa cada nota que ya ha copulado con, yo que sé quién.
Por suerte, me creo, paso el bache, pero entonces veo que entre varias rectas se han movido para formar una casa, o eso pensaba yo, cuando entró un buen rato y empiezo a distenderme; pero esta placidez dura poco, todo se convierte en una cárcel, porque entras a la habitación de las corcheas y sale una negra, pero que me da igual una blanca porque está quiere a dos corcheas más como Luis Eduardo Aute y ya no sabes, si es un festival del erotismo, o que lo habitual es esa mezcolanza en camas gigantes y claro, uno se despista, no porque sea de evitar esos ratos, sino porque te mueves y no sabes si te va a venir un do mayor o por el otro lado, el la, se te abre y dices si entro, ¿saldré?
No, no son fáciles los lunes, pero cada vez los queremos, porque ves tantas estrellas en la oscuridad que alguna, risueña te sonríe, con tanta ironía que te invita a seguir, siempre, y a celebrar nuestro tiempo juntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario