En nuestra juventud nos encontramos ahí, en el césped, algunas tardes fueron felices. Una, terminó en una clínica, era de mañana, junio y con un alcohol que apagó la sensación de grupo.
Cuando nos sentamos en la hierba, si es con más personas, es la sensación de comunidad; si es de forma individual, en el extranjero Edimburgh o Berlín y a la vez, ves personas en grupo, hace muchos años te importaba, como la pregunta que hacía el domingo pasado Manuel Burque, pero ahora, no, al menos no tanto, estás feliz como lo vives ahora y descubriste que muchos de aquella comunidad, ni eran parte de ese grupo, que se lo digan a los activistas en Barcelona, que durante años, han tenido a un infiltrado en movimientos sociales con fines de ayudar a la sociedad, ni tú, tampoco estabas dispuesto a deshacerte de tus yos.
Hablar, contrastar, escuchar, es un viaje bello. Ahora se cerraron los parques, tal vez porque ya cuesta agacharse mucho para escuchar, o porque nos hicimos tan viejos que pudimos tener una guarida para nosotros.
El peligro, ahora, es encerrarte; puedes estar convencido que la Base, carnecruda, avivir te dan relatos desde la honestidad de plantearte datos que nunca relacionaste. Concluyes y los asimilas, como después de 84 días vas familiarizándote con el saxófono, aunque un alumno te haya abierto lo ojos: dentro de 6 años (2.000 días) todo te irá mejor. Falta un Everest, pero, ya estás viajando al Nepal.
Y entonces sales a la calle, con el riesgo de que un malnacido no respete un paso de peatones, con semáforo indicando al muñeco verde que tiene prioridad; ese volkwagen golf gris que no ve a su madre, como el muñeco al que parecía querer arrollar, como en un sentimiento de culpa edípico.
Salir en un pueblo solitario, paseando para recuperar la posición erecta abre un debate; no sabes ni de "misa la mitad", podrías cortar pero escuchas.
Antes y después, has conversado y te descubres siendo casi un Odón, un ser que ya está harto de contemporizar, qué te están dando datos; y que te desnudas en palabras para manifestar a personas amigas, entrañables que todo lo que dejas de ser tú, para intentar que el otro se acerque a ti, cuando día y noche construye relatos para destruirte, es el comienzo de una nueva demolición.
Sabes que tienes un contexto, como también CTXT y que has cogido muchas piezas sueltas. Las estás pegando, pero darte una lógica, no de capricho, sino de línea argumental por la cual andes como por una barandilla, en la cual te viene a la cabeza, además de ver que se te ha caído una zapatilla o que en el mismo lado llevas un pesado reloj, que te empuje a abismos.
Una vez lanzado, tienes la sensación de no querer conformarte cuando te empiezan a razonar otras posturas; te invade esa sensación porque escuchas los otros argumentos y manifiestas que esas posturas han dado siempre pie a las grietas, por donde "killers" de la política inyectan sus venenos para la desunión.
El relato de un muñeco teledirigido, de más, más, más lo descubriste canalla; les razonas que ese más periodismo para dar voz a querubines, que aceptan la visibilidad a cambio de las traiciones, es una medicina de la que en el futuro, o en sus mesas escondidas de restaurantes se jactarán quienes son ponzoñosos, quizás incluso en su sangre, pero sobre todo en sus neuronas.
Del césped se paso a las sillas y allí el vino tiende a asentarse y no derramarse tomando por rehén a la consciencia.
A cambio, ahora, aunque por instantes, te sientes parte de una comunidad
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