Cerrar un descanso con la perspectiva de un salto; la escritura peligrosa para desenredar vidas desnudas, sin filtros edulcorantes.
Oír, tres veces, la entrevista con Chuck Palahniuk que repuso en carnecruda.es, ayer, Javier Gallego. Actos de vida que llegan abruptos en medio de vídeos rodados, estúpidos que no acogen riesgos. Enciendes una vela que guardaste, ya envejecida; sus ganancias, y nuestras aceptaciones nos dieron como premio que existan apenas apagones. Aquí, en la ciudad, parecemos invencibles mientras no sean casas que paren especulaciones. Alguien de su entorno, no muy lejos, ha cogido otra, pero sus necesidades son otras, necesita descubrir limites y estos le llegan con el caos.
Enorme periodista Javier, que se ha preparado a conciencia la entrevista y, a la vez, como escritor, es un consumado lector.
Lucha entre patatas masticadas por obtener claves de un autor que hace muchos años, me intento presentar en Barcelona, con poco éxito, un familiar.
Pide consejo a ese gran narrador que, a su vez, fue alumno con Tom Stanbauer, he invitado a realizar una escritura peligrosa. Provocar al lector para que en el interior de su mente que lo somatizará en repulsiones, retortijones y vomiteras, no se dejen anidar confortables casas de sillones inmaculados y cocinas con recetas pasadas de boca en boca, que tumben plácido al comensal como fue arrojadas las grabaciones de ensayos sin ninguna lógica
Dulces peluches estrellados sobre la cabeza de quienes acuden a actos, como podrían estar remando en un Retiro sin olas; recorrer círculos en aguas pútridas, aceptadas como paisaje de una foto derramada sin personajes a los que dar vida.
Club de la lucha, Nada, Asfixia, Superviviente. Parte de sus novelas, con nombres puerta preparados para deshacer los embrujos de vidas sin contexto.
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