Tengo un amigo que es incorregible. Igual, en público, ¡eh! entre la gente, nada menos, me dice que en una salida en el triatlón, me he puesto en medio de los nadadores. Estos han debido pensar, ¡vaya, la primera transición!.
Los que le oyen, porque mira que grita, se vuelven y me observan con detenimiento. Él remata, te metí una hora y media en la Millenium. Yo, me hago pequeño, él lo repite, como los pitidos, años después que me animan a ir un poco más rápido. Lo dicho, uno no tiene por donde tomarlo.
Ahora le ha dado por desaparecer, como si uno no le esperará para tomar unas cervezas; otros, para que les tocará la última canción aprendida con su saxofón, mientras esperaban algun aviso que les activará, ella que compartiera lo que él vivía y la pequeña, la pequeña como si no fuera siempre en el columpio del corazón en el que la llevaba siempre en volandas.
Nada que se ha vuelto mago y nos ha puesto un velo para que no le veamos. Como si ella no sintiera la mano que la iba llevando por un Rincón, que es un carrusel de encuentros aún más mágicos; su pareja, no se envolviera en los momentos en que se crecieron; su amigo no recordará los caminos por los que iban corriendo, hablando, llamando al perro incansable y otro, dijera "no fotos", ¡no vídeos, por favor!, con la congestión de una respiración apenas alejada de andar.
Y claro, en el parque, una le añora porque era un gigante en besos y cuidados; otros, porque en uno de bomberos rompía monotonías y abría vías para otros encuentros y los músicos, se dicen las notas ya las sabía, ahora estaba en la fantasía.
Suena un saxofón, no está, aún, para darle paso a su actuación, porque lo primero necesita tiempo y lo segundo, ¡no tenía otro truco!
Nos gustaría tenerle porque la niña y los niños crecen; nosotros andamos, algunas veces en círculos, por si le pillamos, pero sólo oímos sus risas y su vozarrón de compromiso.
Miramos por un Rincón, vemos sus obras. Nos subimos a una atalaya para ver su tejado, por reparar, y como el mío pelado.
Cuando me grabó y sale sólo el soplido, me digo: ¡más fuerte, jodio!, ¡más fuerte! y entonces, ya sólo sale el tengo, tengo, tengo, como él si tenía el himno del Guadalajara, que nos grabó para "el día después" en un comienzo de las Ferias; donde yo no podía para de alucinar y reír a un mismo tiempo.
De su chistera seguirán saliendo subidas a Pirineos, con su mochila quitando peso a la mía; sudarán quienes siempre le acompañaron y habrá momentos en los que allí que quitarse el agua salada de la cabeza y los ojos.
Habrá música en ellas, porque la revolución, nos dijeron y dejó tocado él, siempre se deberá hacer bailando.
Construiremos gallineros, porque, en medio de las quejas, por la poca habilidad de su ayudante, valorará el ser compañero, el crear un mundo diferente al de los proclamados por patrones.
Saldremos a las cenas más variadas, con la varita de los árboles que nos implantan y los lazos que nos crecieron, sin darnos cuenta, por tantos ratos buscados compartir.
Del señor mago, no sé que ropa se ha puesto; yo, ahora, le veo envuelto entre las notas que se han quedado a calentar la sala del pueblo.
Seguro que algunos se sentirán que una nueva capa de prudencia le ha sido instalada en su traje de faena.
Una leña llevará más calor a las mejillas de una niña que juega con las mejillas sonrosadas y la pupita aliviada por una crema, también del mago; y una madre, mirará en el fuego, todos los esfuerzos conjuntos que hicieron y nacerán fuerzas de esas cenizas, y incendiaran nuevos días, aunque caerán lágrimas, que fertilizarán noches y amaneceres inmensos, únicos, no intercambiables, pero si, conocidos y recibidos por quienes comparten caminos y sendas, que un día subirá ella para tocar para el mago que la hizo volar entre piedras, olas y el viento que la besaba y la mece
No hay comentarios:
Publicar un comentario