Debo confesar que yo con las gallinas, fui un gallina y sin embargo, me encanta mirarlas. La última vez las visité para ver si les afectaba los sonidos producidos desde mi saxofón. Fue desesperante en el primer momento se escondieron y se metieron en el edificio que les han construido los del Rincón. Eso si guardaron un silencio, pero creo que era muy incómodo. En ellas, esperaba un algo; un movimiento espasmódico, un ki, ki, pero ni un cuac cuac, que si es de pato, pero también lo hacemos los humanos cuando algo se derrumba y nadie nos llama patos. Luego, durante un momento que me desfile con la música entre las plantas de invierno y alguna que luchaba por subsistir en un mes de Diciembre, no frío pero si lluvioso, pude percibir que salían unas pocas, otras prefirieron esperar a ver en que terminaba aquello. En sus ocho meses de vida, habían visto gente muy diversa, pero empeñados en darles la murga, confirman que no.
Existen algunas blancas, otras negras, más de tres de gris brillante y algunas con unas crestas que nunca vi a un punki y mira que estos siempre buscaban exhibirlas en las formas más curiosas y provocadoras. Las gallinas que saben de mis limitaciones, en ese punto son más discretas. Si las mueven, si se pavonean pero como unas reinonas, mirando a un lado y otro para ver el impacto que nos producen. A mi me pasa que más de una vez, algunos días, ese no parar lo veo en más de uno de los míos.
Con los años trató de racionalizar todo ese jaleo, a veces me resulta divertido, muchas otras, después de largo tiempo, agotador pero nunca pensé que pudieran superar a las locas gallinas de mi tía Petra, mira que estas estaban libres por el pueblo, cerca de la fuente; pues los míos son capaces de caminar durante toda una sesión como pollos sin cabeza, de tal manera que si les preguntará que se les ha explicado, aplicarían el método gallina en espasmos e irán dando cabezazos, mirando a un cómplice y al otro, para al final, claro, confirmar con un cuac, que mira que descoloca, pero ya, llegado el momento, te parece lo más lógico que puede lanzar ya que no ha habido concentración en lo que han hecho.
Alguna se sube al tejadillo. Desde allí, parece mostrar un cierto predominio sobre las demás. Muy pocas repiten ese gesto. Las demás parecen aceptar ese exhibición y hacen su vida con alguien, haciendo un "gran hermano". A quienes les damos una cierta protección con una malla "gallinera" nos pone en sobre aviso porque para todas las otras aves que se alimentan de ellas, en sus sobrevuelos por la zona.
Te enseñan que debes tener dar visibilidad a quienes te ponen en peligro. Quizás quisieran pasar desapercibidas por su "pavonearse" con su poder, pero a la vez a esas especies las tienes que que nombrar porque ellas te llevan a los abismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario