Quedará en la memoria no haber visto, en directo, un partido que califican de irrepetible. Correr hacía Canredondo es imprimir algo indeleble que un día siguiente te podrá impedir repetirlo, pero haber podido pasar, un día más por los valles que cierra la pista es algo que te libera de tantas correas como se van apareciendo para asegurarte, dicen; para llevarte a algo, como me recordaba alguien, que ya no voy a poder conseguir. No sabía que un día leí, poco, a Kavafis y su Ítaca, donde escribió que lo bonito habrá sido el viaje aunque lo emprendamos con un fin definido, y estos 42 días, por ahora, es un soplar para descubrirme en imposibles que se deshacen, sobre lo que siempre había certificado mis abandonos.
Tocar el saxofón es un bello encuentro con mis murallas y mis pasos dados en un maratón, hasta completarlo; es un celebrar lo tiempos que coincidí con Raúl, ahora que nos vamos dando cuenta que no lo pudimos retener y nos deja en la memoria tantas sonrisas y tantas enseñanzas en su compromiso con nuestro espacio común, el Rincón Lento y su búsqueda de lo mejor para sus dos amores.
Parece también imposible poder ayudar a Amir Nash Azadani pero nos significamos en visibilizarle, como el lo hizo con las mujeres de su país. Está en peligro de muerte y no tenemos el suficiente entusiasmo de los ganadores para requerir su derecho a la vida.
Lo hacemos por su vida, por lo que defiende e incluso por nuestro egoísmo, para que no demos nuestra voz a los que hablando de libertad, dan dinero a los tiranos que utilizan la mentira para sus manipulaciones; para al final encerrarnos en sus redes.
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