Enfrente de la entrada al stadi Olimpyc está un camino de un parque por el que se puede acceder de forma excepcional por un terraplen, por ahí corren muy diferentes personas; tantas como puede haber en una ciudad cosmopolita.
Allí, paseando he encontrado los restos de un saxofón. Me he acercado con mucha cautela, porque me parecía que de él salían sus últimos estertores. Toda cautela es poca en esos momentos porque en muchas películas he visto que es cuando los seres humanos dicen una verdad o confiesan quién ha sido el autor del crimen. A mi, sin embargo, me ha tocado la canción del campesino alegre. Un sin dios. No intuyo que clase de persona puede haber tocado esa canción ante esa traumática separación.
He estado una y mil veces acercándome y buscando por los alrededores alguna pieza más, el tudel y la boquilla; todavia, resonando en mi mente esas notas endiabladas. Estando en la ciudad, no parecía probable que hubiera sido un campesino quién hubiera cometido esa fechoría. De uno de ellos supe de sus pasos por las trincheras de la sierra, en Canredondo; pero ese era un ser con mayúsculas.
Nada que ver con la boquilla que he podido descubrir por unas hojas atrapadas que pugnaban por escaparse por el viento que se habia levantado. Producía un ruido horroroso. Al levantarla he podido descubrir el porqué; tenía parte de una dentadura postiza, clavada por una de sus piezas . Esa en particular era de platino, no tenía ningún rasguño.
Igual que todas las llaves, sin sus otras partes habían sido capaces de provocar aquella canción tradicional valenciana. Esta parte pugnaba por seguir lanzando, sólo aullidos.
Parecía como si los días de vino y rosa de la primavera y el verano se hubieran quebrado por una ruptura de un orden que había sido golpeado por el tudel que apareció insertado en una rama que se balanceaba como el muñeco de El Fari, en el salpicadero de un coche que tuve, cuando desinformado, me dijeron que todos podían cantar como Camarón, en mi primera aproximación al flamenco. De "como el agua" pase a la leyenda del Tiempo. Y esto era lo que me faltaba ahora, para atrapar a quien había cometido tamaña bajeza. Desmembrar un saxofón, sólo, como quedaba claro por la desesperación de no saber apoyar bien la dentadura. Bajando por las escaleras mecánicas, vi a un señor, calvo él, haciéndose mondadientes con una navaja de 14 centimetros de hoja. Cuando fue a morder uno de los palillos que habia preparado me di cuenta que no tenia la dentadura y en su mueca intuí que su mirada era la de un psicópata. Como prueba, el resto de palos, los metía en una funda de vandorem.
Me quedé triste, comprendí que este era otro que había sido vencido por su saxofón. Cuando se levantó, su cabeza iba hundida y sus pasos, desacompasados.
Sólo había visto esa imagen entre quienes iban a desaparecer. Como hoy, el año 2022