Mejor no ir después de la helada de esta noche. Será más fácil acudir a la viña. Si esa que parece una maraña difícil de urbanizar para un futuro vitinicola.
La perspectiva global te dan ganas de abandonar cualquier intento. Sólo empezar a abrir la puerta e ir a buscar la primera cepa, te invita a cerrarte a todo lo exterior, sabiendo que el Sol que aún no ha desperezado a un calor de otoño; te abrigarás hasta que suceda que ya tienes seguro un cierto arrullo por parte de todo el entorno.
Parece ser que el tiempo de cuidarlas entre cada una, se ha hecho largo. Sin embargo, el haberse mantenido con la fuerza con la que las ví en Agosto, te hace tomar conciencia del cuidado con el que se la trató, hasta hace muy poco, por parte de un ser nonagenario.
La poda es muy laboriosa, en cualquier momento puedes encontrar una rama que buscó maridar una cepa con la otra, en una relación que ahora debes cortar. La progresión es muy lenta y ves más de lo que queda, de lo que ya has hecho; pero, te guía esa nueva conciencia que te ha ido dando el campo: el final está más cerca y cuando llegas a la cepa final que podas, te preparas para meter la motocultora. Te han avisado que irán apareciendo muchas dificultades porque no están alineadas entre si las cepas, y sin embargo, descubres que quienes la tuvieron trazaron trayectorias circulares que te permite pasar entre, casi todas, las cepas.
Consciente de ese juego, no la das una vuelta, sino dos y si hace falta tres, pero cada vez ves la tierra más suelta y pese a estar al límite de las fuerzas humanas, tras 5 horas, imaginas trayectorias consciente del beneficio que tendrá esa tierra nueva que va a llegar a sus raices.
El otoño y el invierno te empujará a buscar alguna otra solución en sus alrededores y quizás a dar alguna vuelta más con algun tipo de abono natural. La primavera y el verano te confirmará si te equivocaste o no olvidaste que la altura a la que están estas tierras te puede poner en la realidad de no darte el preciado tesoro.
Cuando, cierras la puerta y ves ese pequeño espacio podado y roturado ofreciéndote una bellísima imagen; apenas gastas energias, porque las que te quedarán te ayudarán a llegar al carro y atinar a cambiar aspas por ruedas y no perder la cabeza en una cuerda puesta ad hoc para los ciervos pero que en tu caso te hacer perder la gorra pero no la cabeza, aunque apenas tuviste fuerzas, incluso para dejarla caer.
Existen mañanas de silencio y de bellezas, que antes pensaba imposibles
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