Llena una página con esos ojos verdes, de forma subsidiaría cuando adorna su aspecto salvaje con unos pelos que parecen abandonados.
Es Paula, una jugadora de tenis que se ha acercado a la élite. Se nos hace visible con su juego, cada vez más sólido, y no sabes la consistencia que tendrá en su futuro, que es sólo suyo.
Los años, sin embargo, te hacen parlanchin, que no sabío y te aproximan al recuerdo de otras vidas con éxitos que fueron fugaces en su duración, arrastradas o tranformadas por muchos fuegos que no tienen porque ser malos
La humaniza su recorrido por los caminos que mas se rebelan a ser reconocidos en nosotros mismos o en nuestros héroes, la depresión. El reconocimiento de esa lesión, no visible es el comienzo de empezar a curarla, igual que en una fractura, empezar por entablillar la zona afectada.
Nadie puede disimular esa fractura, pero, hasta ahora, ha habido una estigmatización de esas enfermedades mentales que también son curables y superables. Ha habido bestias que han jugado a banalizar o degradar ese problema, quizás por hacer méritos para seguir siendo un parásito. Alguna vez, de entre los suyos, habla salido una voz dolorida, angustiada, quebrada que haya dicho: ¿Por qué no te callas?, pero esta vez con la legitimidad de una herida imposible de cerrar, si de convivir con ella.
Su belleza exterior es incuestionable, pero ser capaz de dar un equilibrio en su vida, es una tarea aún más abrumadora y bella, que empezó a tallar desde la conciencia de su propio yo y con el apoyo de tantas personas que le rodean.
En tu yo, tener conciencia de su lucha, la humaniza para que no sea un capricho de tu adoración por el ęxito exterior.
Ser, encontrándose desde las más gélidas profundidades, donde se tallan los reconocimientos
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