Lo estoy, no lo puedo negar; estoy más que berraco. Durante tres días he estado en la montaña. Esa que nos acoge en nuestros sueños de superar todas las dificultades a la que me debo enfrentar como ser humano.
Me he refugiado en el silencio e inspirado el aire, que había destilado el sabor de las hojas del arce. Cada poro lo ha poseido en un mutúo encuentro. Me llegaban, también, el olor de animal abatido, el de la tierra humeda. En algunos, me recreaba, en otros expelía mis odios, por entrenarlos.
El día ha llegado, he tomado el tren, no el de las 3 y 10 porque me hacía sospechar que quien lo cantaba lo hacía porque llegará tarde. Allí me he encontrado con un despistado compañero. Me afirma que iba a comprar libros. Me lo creo, no tiene pinta de tener dentro todo lo que yo tengo. Tiene pinta de escuchar la poesía de Lou Reed, no quiero pensar que la pueda cantar; lo mismo tiene más pulmones que yo.
En fín, que hemos llegado a nuestro destino; si, mi mujer y yo. Que quiere que les diga, somos un matrimonio tradicional. Ella, a veces, tiene miedo que el telepredicador pudiera ser mi amante; por como le escucho arrebatado. Es que es para quererlo. Lo claro, lo desinbido que se lanza sobre los problemas más peliagudos.
Muchas veces pienso que es mejor que mis compañeros no sepan como nos ponemos, ella y yo. Este de hecho se ha bajado en la estación anterior, para comprar libros. ¡Quien quiere libros, si los que los leen los explican de maravilla
Así que allí estaban todos nuestros compañeros y compañeras. A la primera arenga, he respondido con un exabrupto aireado con los vientos guardados de estos días.
Todos me han mirado, como para mostrar su aquiescencia con mis actos; en sus ojos había una sana envidía y alguna lagrimilla que otra por la belleza con la que salió el insulto de mi cerebro.
El tiempo se ha parado, me he conmovido en lo más profundo de mi corazón; la neurona ha notado como si la colada de su hirviente patriotismo fuera a inundar todo aquel espacio sobre el que nadariamos los elegidos y ebullirian los descreidos.
Entonces he mirado al cielo, como para buscar su aprobación, como entrar en comunión con nuestro Dios, que sólo nosotros sabemos interpretar. Le he invocado una señal.
Dibujada en el cielo:
La bandera republicana
¿Por que Harry pidió su circumcision de nosotros dos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario