Me cuentan y oigo de personas que tras años donde los actos tapaban los hechos, en un momento dado tienen que lidiar con vivencias que de alguna manera les quebraron.
Hoy hace cuarenta años que murió José Luis Poves Alcalá, un buen amigo; el fútbol, que sólo podía amar yo, hecho realidad.
Compañero de juegos en la Colonia Sanz Vázquez; como diría Javier Krahe, no sólo era jugar con el balón, también estaban los cromos, las canicas y las chapas con sus carreras ciclistas y sus partidas de fútbol; ¡como no! el bote, los chandarmes y cuando fuimos más mayores, me perdí los juegos que empezaban de médicos, con nuestras compis; cosas de encerrarse en un colegio.
De héroe en nuestra "calle muerta" y el campo de los club Forja, pasó al Guadalajara, cuando yo no podía ir a ver, por mis estudios fuera, y luego porque anduve vagando, buscando un juego al que no pude llegar ni por forma física, ni por calidad en el control, más que, años después, a través de la propuesta de Pep Guardiola, en los juveniles y luego seniors del Horche.
Iba quemando etapas y dando saltos para llegar al Deportivo Guadalajara. No se sabe si le perjudicaba el hecho que estuviera en el cupo de tener que jugar dos menores de veinte años. Le iba costando, entrar, pero cuando estaba en la "mili" el salto le iba a llegar ese día al Leganes. Así me lo dijo tal día como hoy, hace cuarenta años.
Era deportista total, valiente que no le importaba enfrentarse a los gigantes hasta la temeridad.
Consciente de mis pocas habilidades, alguna vez quiso presionar para que jugará y se nego a jugar, hasta que en el segundo tiempo, salía, porque era fútbol, su vida, y remontaba nuestro equipo, con sus goles.
Te viene la tentación de sumergirte en la posibilidad de haber cambiado aquel instante de tomar la decisión de haber viajado en aquel coche. Preguntaba Javier del Pino, este fin de semana a Philippe Lanchon, superviviente del atento de Charlie Hebdo, el semanario humorístico francés, sobre la posibilidad de haber estado en la redacción, en vez de ir al servicio, o en que pese a recibir balazos, que le hacen acordarse todos los días de su condición de sobreviviente, el terrorista decidiera no dar algun tiro de gracia. La contestación era inteligente, como toda la conversación; al final tenemos sólo una vida y no se puede dividir en momentos paralelos.
Aquel año, tenía un pase para ir a los partidos de fútbol y, por supuesto, lo aproveché varias veces para ver el Madrid, ese día, era uno de los primeros. El primero, creo recordar, fue con José, me hizo gracia, porque la mili, parece como que nos abría otra perspectiva, y fue la primera vez que le ví beber vino de una bota de las que se llevaban a los partidos. Sería la única vez, porque su vida era el fútbol y se cuidaba. Me dijeron que tenía novia y después, entonces y ahora a los jóvenes, la noches tenía una cinta transportadora que nos hacía soñar con llegar hasta el amanecer por si podíamos cambiar el mundo. Este nos demostró tantas veces que no, que nos agotó
Oía este fin de semana, una descripción maravillosa de Leila Guerreiro sobre como su padre, va perdiendo los puntos del mapa de la memoria que le atarían a sus seres queridos y a la realidad. Años después, en esto si me hubiera regañado José, no sé si la excusa es que ese mismo año perdí a mi madre, y me era doloroso; vi a su madre, apenas visité a Carmen. Él la amaba con pasión, recuerdo jugar a los cromos o a otras cosas que nos embebían años antes y cuando la veía, corría para ayudarla a llevar la compra y así mil detalles más.
Ese día, la ví con una sonrisa de la bondad infinita con la que de pequeños nos había tratado. Me dijeron que esos puntos de conexión con el mundo a la deriva en el que se convertirían muchos momentos de su vida, los había perdido también.¡Cómo superar perder su niño José a los 20 años!
Estoy y soy para recordaros, entre los actos con los que renacemos cada día.
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