Sobre una mesa se posan las cervezas; nunca buscaron saciar la sed, sólo se alinearon con los planetas de los quicos para procrear nuevas compañeras con las que perturbar un descanso.
Busco, entre los juncos, la voz que Safo grabó en los oidos de sus amadas. La dicha se salía en los borbotones de un corazón frotado en labios insaciables.
Se quemaron tantas palabras entre los incumplimientos y entre los fuegos del tiempo consumido. Vivió su presente como ahora estas palabras con la soberbia de creerse universal, desaparecen en un click, y merecerán haberse estampado entre los infinitos del presente con la pared de lo que se acaba de escapar.
Cuando hablas eliges un camino; cuando escribes, en estos tiempos electrónicos, das a esas palabras la oportunidad de mirarse en un probador, con cristales liquidos que debes beber en el manantial del único ahora. Tienen mañanas con salidas a soles, pero con las amenazas de lo que podría ser, pendiendo del hilo que duda de atravesar el ojo de una aguja. Enriquecidos que proclaman atraversalo; secuaces que no quieren más que su recompensa.
Alguien huele las flores que adorna un pueblo en compromiso y sin embargo, adora los juguetes rotos que le ofrecen quienes se guardan los nuevos, que exhibirán por petulancia y para que los postrados odien a quienes les despiertan de sus sueños y les quitan la venda para que al ver a su alrededor, al menos, sepan quien les da: la convivencia, la no especulación, una ciudad humana
Si no han comprendido ya, las razones de lo que les rodean; quizás creen todas las ciudades iguales, pero se fueron a la que es menos igual
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